03 Julio

Santo Tomás, apóstol
El Evangelio del día
Evangelio según San Juan 20,24-29.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».
Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!».

Benedicto XVI
papa 2005-2013

Audiencia general del 27.09.06
«Mi Señor y mi Dios»
Es bien conocida y proverbial la escena de Tomás, el incrédulo, ocurrida ocho días después de Pascua. En un principio, no había creído que Jesús se hubiera aparecido en su ausencia y había dicho: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos, si no meto la mano en su costado, no lo creo». Lo que, en el fondo, significan estas palabras es que Jesús, desde ahora, es reconocible no sólo por su rostro, sino por sus llagas. Tomás piensa que los signos por los cuales es reconocida la identidad de Jesús son, desde ahora y por encima de todo, las llagas a través de la cuales se nos revela hasta qué punto nos ha amado. En esto el apóstol no se equivoca. Como lo sabemos bien, ocho días más tarde, Jesús aparece de nuevo en medio de sus discípulos, y esta vez Tomás está presente. Y Jesús les interpela: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente». Tomás reacciona con la confesión de fe más bella de todo el Nuevo Testamento: «¡Señor mío y Dios mío!». San Agustín comenta respecto a esta escena: Tomás «Veía y tocaba al hombre, pero confesaba su fe en Dios, a quien no veía ni tocaba. Pero lo que vio y tocó le condujo a creer en lo que había dudado hasta entonces» (Sobre S. Juan 12,5). El evangelista prosigue con una última palabra de Jesús a Tomás: «¿Por qué me has visto. Tomás, has creído? Dichosos los que crean sin haber visto»…El caso del apóstol Tomás es importante para nosotros, al menos, por tres razones: la primera, porque nos reconforta en nuestras inseguridades; la segunda, porque nos muestra que toda duda puede desembocar en una salida luminosa, más allá de toda incertidumbre; y por fin, porque las palabras que Jesús le dirige nos recuerdan el verdadero sentido de la fe que ha madurado y nos alienta a seguir, a pesar de las dificultades, en nuestro camino de adhesión a su persona

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Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

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