Sábado de la 14a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Mateo 10,24-33.
Jesús dijo a sus apóstoles:
«El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño.
Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa!
No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.
Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.
Ustedes tienen contados todos sus cabellos.
No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.
Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.»

Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa

Carta 27, al cardenal Jacobo Orsini (Cartas, I, Téqui, 1976),
¡Puedo todo en Jesús que me fortifica!
¿Cuál es el modo de fortificar nuestra debilidad? Con el amor. (…) Tenemos que poner nuestro afecto, deseo y amor, en un ser más fuerte que nosotros, es decir, en Dios. En Él encontramos toda nuestra fuerza. Nuestro Dios nos ha amado sin ser amado. Desde que el alma ha encontrado y gustado un tan tierno amor, más fuerte que todo lo que es fuerte, sólo lo puede buscar y desear a él. Fuera de él, el alma no pide ni quiere nada. Ella es fuerte porque está apoyada y fijada sobre lo firme e inamovible. Pase lo que pase, no cambia y sigue siempre las huellas y movimientos de Aquel que ama. Como el alma tiene su corazón y voluntad unidos a él, ve perfectamente que Cristo, siendo Hijo de Dios, amó la pena y la humillación. Fue entre los hombres un Cordero humilde, tierno y despreciado. Por eso sus servidores se alegran de seguir este camino, huyen y detestan lo que es contrario. Han devenido uno con Dios, por eso aman lo que Dios ama y detestan lo que él detesta. Reciben una fuerza tan grande que nada los puede perjudicar. Son como verdaderos caballeros que ven las grandes tempestades sin inquietarse. No temen, porque no han puesto la confianza en ellos mismos, sino que depositaron su esperanza y fe en Dios. Lo aman porque es fuerte y quiere y puede socorrerlos. Entonces, como san Pablo, confiesan con gran humildad: “Puedo todo por Jesús crucificado, que está en mí y me fortifica” (cf. Flp 4,13).

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Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

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