Hoy el evangelio y el comentario vienen a decirnos que el amor no puede estar parcelado ni dividido, porque de ser así es el mal el que sale vencedor haciéndonos daño a nosotros mismos.
Viernes de la 20a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Mateo 22,34-40.
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él,
y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?».
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Este es el más grande y el primer mandamiento.
El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
El Diálogo, el don de la discreción 5,6 (Le dialogue, Téqui, 1976),
“Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo”
[Santa Catalina escuchó a Dios decirle:] Quiero que sepas que no hay ni virtud ni defecto que no se ejerzan por intermedio del prójimo. El que permanece enemistado conmigo, causa daño al prójimo y a sí mismo, que es su prójimo principal. Y les hace daño, ya sea en general como en particular. En general, porque tienen que amar a su prójimo como a sí mismos y por este amor tienen el deber de asistir con la oración, la palabra, el consejo, la asistencia espiritual, según la medida necesaria. Si no lo pueden realmente hacer porque no tienen los medios, por lo menos tengan el deseo. Si no me aman, no aman tampoco al prójimo. Al no amarlo, no lo ayudan y entonces se hacen daño a sí mismos. Se privan de mi gracia, al mismo tiempo que frustran al prójimo, al no ofrecer oraciones y santos deseos por él. Toda asistencia dada al prójimo debe proceder de la dilección por él, del amor que tenemos. Podemos decir también, que no existe un vicio que no dañe al prójimo. Porque si no amamos, no sabemos vivir en la debida caridad. Todos los males provienen de un alma privada de caridad, caridad hacia mí y hacia el prójimo. Al no hacer más el bien, hacen el mal. ¿Contra quién hacen así el mal? Primero contra sí mismos y, luego, contra el prójimo. No es a mí al que hacen el daño, ya que el mal no me puede tocar. Sin embargo, me hacen daño porque yo considero que lo que hacen al prójimo, me lo hacen a mí.
