Evangelio según San Mateo 23, 27-32
27 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre!
28 Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
29 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos,
30 diciendo: ‘Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas’!
31 De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas.
32 ¡Colmen entonces la medida de sus padres!
Comentario: San Gregorio de Nisa (c. 335-395), monje, obispo
La salud del cuerpo es un bien para la vida humana. Ahora bien, se es dichoso no sólo por conocer la definición de salud, sino por vivir en buena salud… El Señor Jesús no dice que se es dichoso por saber alguna cosa referente a Dios, sino que se es feliz por la posesión de él dentro de sí. En efecto, «dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). No dice que Dios se deja ver por cualquiera que haya purificado la mirada de su alma…; en otra parte lo dice más claramente: «El Reino de Dios está dentro de vosotros» (Lc 17,21). Esto es lo que nos enseña: el que ha purificado su corazón de toda criatura y de toda atadura desordenada, ve la imagen de la naturaleza divina en su propia belleza…
Hay en ti, en cierta medida, una capacidad para ver a Dios. El que te ha formado ha depositado en tu ser una inmensa fuerza. Dios, al crearte, ha encerrado en ti la sombra de su propia bondad de manera semejante a cuando se imprime el dibujo de un sello en la cera. Pero al pecado ha escondido esta huella de Dios; ha quedado escondida bajo unas manchas. Si a través de una vida perfecta purificas las manchas fijadas en tu corazón, la belleza divina brillará de nuevo en ti. De la misma manera que un pedazo de hierro del que se ha quitado su herrumbre brilla bajo la luz del sol, igualmente ocurre en el hombre interior: en lo que el Señor llama «corazón», encontrará de nuevo la semejanza con su modelo cuando haya quitado las manchas de herrumbre que estropeaban su belleza.
