San Francisco de asís le pidió a sus seguidores, hermanos como él, que fuesen pobres, viviendo de la limosna principalmente y no porque estuviera loco o porque fuera masoquista sino porque había vivido en una familia acomodada volcada en el negocio de las telas. El se dio cuenta que mientras sus padres estaban dedicados de lleno a eso, les faltaba lo principal que era tiempo para Dios y para los demás, tiempo que invertían por el contrario en salvaguardar sus riquezas de los ladrones y acreedores, algo que por otro lado les robaba la paz interior. Acumular para la infelicidad, porque a última hora, Dios lo da y lo “quita” o lo puede hacer si quiere. Vivimos enfrentados por los “bienes” que solo nos traen males (discordias, resentimientos, sospechas, etc) para descuidar los bienes del Cielo que nos dan paz y vida… Como dice el refrán: no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. En Cristiano el que cree en su trabajo y en la provincia divina, y saber gozar (siendo agradecidos) de las cosas pequeñas que nos ofrece la cotidianidad, sin tener que buscar vanas apariencias, o pequeños lujos que al rato de gozarlos te devuelven a la realidad de tú vida y tú entorno, como cualquier otra droga o adicción. A fin de cuentas, un placebo que no cura pero mata.

