Hace cosa de unos días un buen amigo, sacerdote, me indicó que hiciese una meditación puesta por escrito sobre la Oración Sacerdotal (Juan, 17) porque deseaba mostrarme en esa Palabra, algo que anteriormente él ya había descubierto. Después de hacer la meditación pausada y con tiempo, me quedé gratamente sorprendido de las cosas que te puede hablar Dios a través de su Palabra. No hacen falta muchos conocimientos teológicos para saber que desea Dios comunicarnos con su Palabra, no conozco a ningún padre que a su hijo pequeño no le explique con claridad como se debe cruzar una calle, como se debe conducir la bicicleta por la ciudad o como debe evitar otros, muy, diversos peligros. Reconozco que puede haber pasajes o libros difíciles de interpretar en la biblia, pero por lo general está todo meridianamente claro, un Dios todo bondad y justicia, que desea, sobretodo, que renunciemos al pecado y seamos salvos; no pienso que luego, por otro lado, nos lo complique, sobre manera, cuando desea indicarnos el camino para llegar a este cometido. Fue por esto que S. Francisco de Asís llegó donde llegó, es decir a la perfecta sabiduría que consiste en amar a Dios y al prójimo con entera libertad.
Lo que descubro principalmente en ese Dios Padre, es que desea una fe incondicional y es, precisamente, a los que creen conocer a Dios, a los que se les oculta la Salvación por falta de fe: su misma sabiduría les oscurece el entendimiento y la razón; (Lucas 8, 10) “para que viendo no vean y oyendo no entiendan” ¿Cómo van a esperar estos sabios de las Escrituras, que su Dios hable en el lenguaje del pueblo; en el lenguaje de los pastores, de los labradores, de los pescadores, de las amas de casa. ¿Cómo van a esperar estos sabios que no sean ellos, los primeros, (“que están más a su nivel”) a los que Dios descubra los misterios de su Reino, los misterios de Dios? ¿O qué su Palabra (las Escrituras), a la que han dedicado tantas horas, sea igualmente gozosa, aprovechable y comprensible para ellos que para aquellos que han llegado los últimos (cf. Mateo 20)? Y es precisamente esto lo que evita Dios, descubrir los misterios del reino, no solo a los sabios sino a cualquiera. Como dije antes, Dios quiere y desea fe absoluta, no conozco a nadie que haya tenido una experiencia, mística de parte de Dios, que no haya cambiado radicalmente su vida por muy pecador que fuese ésta persona , anteriormente, a esa experiencia. ¿Pero esto tiene valor? me temo que no, demasiado, y me explico: ¿creen que muchos hijos (incluyéndome a mí mismo cuando he sido joven) no hubiésemos cambiado nuestras reticencias, críticas, falta de atención, ayuda, cariño… hacia nuestros padres si ellos en su momento nos hubiesen podido mostrar directamente que albergaba su corazón, cuáles eran sus sentimientos, cuales sus traumas, de que deseaban protegernos cuando nos corregían, cuanto amor anidaba en su corazón hacia nosotros, cuanto desvelos y cuantas noches de insomnio pensando en nuestros problemas y como darnos una luz para que saliésemos de ellos?
Amor es adherirse a una persona, confiar en su palabra, darle margen, esperar en ella, sentir en ocasiones desde su corazón ¿Tiene algún mérito que sigas a una persona, a tu padre, a un amigo, a Dios, entonces, cuando sabes de antemano que posee en sí misma? ¿Que si te separas de ellas vas a carecer de todos sus bienes; en el caso de Dios bienes infinitos? Esto seria estoy contigo por interés, no por amor. Dice San Pablo que tuvo varias revelaciones por parte de Dios: (1 Corintios 2, 9) <>
gracias Pedro por compartir tan vello mensage Dios es todo amor el mismo que nosotros podemos dar sin resivir nada a cambio.