Señor hoy muchos hombres quieren poner tus mandamientos a precio de saldo, sin embargo, en la primera lectura Tú nos recuerdas que tus mandamientos no son superiorres a nuestras fuerzas y que están al alcance nuestro: en mi boca y en mi corazón. Te pido Señor que nunca, nuca, yo engañe a mi corazón y que mi boca no sirva de instrumento para predicar palabras de hombres o sugerencias del Diablo. Los hombres son como veletas, ninguno más grande a otro, porque todos participan de la misma naturaleza y, por cuánto, todos, también, pecaron y no están exentos de error. Señor tú Palabra es mi pilar y mi fundamento, la roca y el, único, refugio donde estoy a salvo (así, lo he experimentado en mi vida). Qué yo te siga conociendo y amando más cada día, para no defraudar las expectativas que tú pusiste en mi, dando tu sangre y tu vida a cambio de la mía.
¡Aún, Señor, me siento débil y temeroso como un niño, pero seguiré asido de tu mano confiando en tí…! ¡Bendito seas Señor por enamorarme tanto! A ti la honra y la gloria por siempre! Amén.