Hoy el evangelio y su comentarista, San John Henry Newman, nos invitan a estar preparados, como el buen empleado fiel, para que nuestra alma esté preparada para el regreso de nuestro Señor Jesucristo, pues él mismo prometió su regreso. Los tiempos no pintan bien, y por lo mismo nos avisó Jesús de que estuviésemos atentos a los signos de cada época. Y en nuestro tiempo, estos signos nos muestran, entre muchos otros, que la gente no quiere estar sujeta a nada, y ellas mismas determinan lo bueno y lo malo, según los deseos de sus pasiones y su propia concepción del mundo. No se puede buscar la paz, la prosperidad, al margen de Dios porque él hombre nada entre los intereses personales y afectivos y su propia limitación cognitiva. Es por ello que las Escrituras nos pone en guardia con estas palabras: la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios. Pues escrito está: Él es EL QUE PRENDE A LOS SABIOS EN SU propia ASTUCIA.
Estemos preparados con la llama encendida del arrepentimiento, el perdón, la misericordia, la justicia, la verdad (Jesús) y del amor, de aquel amor que no juzga, ni lleva cuenta el mal recibido, del amor que pone su confianza en Dios, porque de cualquier manera no sabemos ni el día ni hora: o bien de la vuelta de Jesús o de nuestra muerte temporal.
Por otro lado, en este mismo evangelio Jesús nos dice: Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Dios con este ejemplo nos da a entender que si somos fieles a su Palabra nos hará administradores de todos sus bienes. ¿No es impresionante? !administradores de todos los bienes de Dios… Uauu¡ Es el momento de pedir fe al Señor para creernos esto, tal y como creyeron los santos.
Dios es grande y poderoso, ¡Alabado y glorificado sea por siempre! Nos quemaran las iglesias pero no el espíritu, Dios lo hizo en su infinita sabiduría inmaterial y eterno (incombustible). ( Evangelio del día 21/10/2020
Evangelio según San Lucas 12,39-48.
Jesús dijo a sus discípulos: «Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».
Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?».
El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse,
su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.»Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
San John Henry Newman (1801-1890)
teólogo, fundador del Oratorio en InglaterraPPS, t. 4, Nº 22
“Estad preparados.”
Nuestro Señor nos ha hecho esta advertencia en el momento en que estaba a punto de dejar este mundo, por lo menos de dejarlo visiblemente. Preveía los cientos de años que podían transcurrir antes de su retorno. El conocía su propio destino, el del Padre; dejar gradualmente este mundo y su propio curso, retirando poco a poco las prendas de su presencia misericordiosa. Preveía el olvido en que caería, incluso entre sus discípulos…Preveía el estado del mundo y de la Iglesia tal como los vemos hoy, donde su ausencia prolongada ha hecho creer que ya no volvería nunca más… Hoy, nos susurra al oído con gran misericordia que no nos fiemos de aquello que vemos, que no participemos en la incredulidad general, que no nos dejemos arrastrar por el mundo, sino de “velar y orar en todo tiempo” (Lc 21,36) y de esperar su venida. Este aviso misericordioso tendría que estar siempre en nuestro corazón por ser tan necesario, solemne y urgente. Nuestro Señor había anunciado su primera venida; y sin embargo, fue una sorpresa cuando apareció. Volverá de modo más imprevisto aun en su segunda venida, sorprenderá a los hombres, pues no ha dicho nada sobre el espacio de tiempo que media antes de su vuelta y nos encomienda la vigilancia y la guarda de la fe y del amor. .. No debemos sólo creer sino velar; no sólo amar sino velar; no sólo obedecer sino velar. Velar ¿porqué? Por el gran acontecimiento de la venida de Cristo. Nos parece un deber particular esta invitación a velar, no sólo creer, temer, amar y obedecer, sino también velar; velar por Cristo, velar con Cristo.