Jesús dijo a sus discípulos:
«No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.»

Así comienza el Evangelio de hoy. En él, Jesús invita a sus discípulos, -antes de su partida de este mundo para irse junto al Padre- a la serenidad, a no inquietarse. Y posteriormente, empieza a dar la explicación. No se deben inquietar, porque aunque se vaya y sus discípulos no puedan gozar más de su presencia física, él sabe que su misión no ha terminado de todo y que les acompañará siempre, primero enviándoles el Espíritu Santo y después, como dice en el Evangelio de hoy preparándoles una morada o «habitación» en el cielo. Esa morada que prepara para que gozemos de su presencia en el cielo, no es ni más ni menos, que todas las llamadas a la conversión que nos hace cada día, todas las situaciones y personas que pone en nuestro camino para que reflexionemos y nos edifiquemos en su amor. Jesús nos está preparando esa morada para que su corazón y el nuestro puedan latir en armonía más allá de esta vida, ya sin miedos, sin complejos, sin dolor, sin resentimientos, sin detenerse en el mal, sin dudas. Jesús nos está preparando un sitio con los santos y los ángeles en el cielo, su tarea no terminó con su partida, y por eso ya empezamos a recibir las primicias de su trabajo en nosotros aquí y ahora en la tierra. Y esto sucede cuando realmente, decidimos llegar al Padre, a Dios, a través de Jesús, único camino, verdad y vida que nos lleva a la salvación; palabras, por cierto, con las que cierra Jesús este Evangelio de hoy.

Oración: Acto de Abandono

En tus manos, oh Dios, me abandono,
modela esta arcilla,
como hace con el barro el alfarero.
Dale forma, y después, si así lo quieres
hazla pedazos.
Manda, ordena ¿Que quieres
que yo haga?
¿ Que quieres que yo no haga?.

Elogiado y humillado, perseguido,
incomprendido y calumniado,
consolado, dolorido, inútil para todo,
solo me queda decir a ejemplo de tu madre:
» Hágase en mí según tu Palabra».

Dáme el amor por excelencia,
el amor de la cruz;
no una cruz heróica que pudiera satisfacer
mi amor propio;
sino aquellas cruces humildes y vulgares
que llevo con repugnancia.
Las que encuentro
cada día en la contradicción,
en el olvido, el fracaso, en los falsos
juiciso en la indiferencia,
en el rechazo y el menosprecio de los demás,
en el malestar y en la enfermedad,
en las limitaciones intelectuales
y en la aridez, en el silencio del corazón.

Solamente entonces Tú sabrás que te amo,
aunque yo mismo no lo sepa,
pero eso basta. Amén.
P. I G L

https://evangeliodeldia.org/SP/gospel/2022-05-13

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

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