Jesús no se adhiere a la ley que no tiene en cuenta el cambio de vida, lo que hoy podria equivaler a lo Politicamente Correcto; es decir, mantener el tipo. Jesus no vino a condenar (Él mismo lo dijo), pero a cambio enseña el camino de la Verdad y la Vida, para que nadie se pierda o lo que es lo mismo para que todos se salven.
Lunes de la 5a semana de Cuaresma
El Evangelio del día
Evangelio según San Juan 8,1-11.
Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?».
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí,
e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?».
Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».
Comentario: San Juan Pablo II (1920-2005) papa
Mulieris dignitatem, c. 5
“El que esté sin pecado que le tire la primera piedra”
Cristo es aquel que “sabe lo que hay en el interior del hombre” (Jn 2, 25), en el hombre y en la mujer. Conoce la dignidad del hombre, lo que vale a los ojos Dios. Con su mismo ser, Cristo confirma para siempre este valor. Todo lo que dice y todo lo que hace tiene su definitivo cumplimiento en el misterio pascual de la redención. La actitud de Jesús frente a las mujeres que encuentra a lo largo de su camino durante su ministerio mesiánico es el reflejo del designio eterno de Dios que, creando a cada una de ellas, la escoge y la ama en Cristo (cf Ef 1,1-5)… Jesús de Nazaret confirma esta dignidad, la recuerda, la renueva, hace de ella un componente del mensaje del Evangelio y de la redención para el cual es enviado al mundo…Jesús entra en la concreta situación histórica de estas mujeres, situación agravada por la herencia del pecado. Esta herencia se reconoce notablemente por la costumbre de discriminar a la mujer frente al hombre, y queda marcada por ella. Desde este punto de vista, el episodio de la mujer sorprendida en adulterio es particularmente elocuente. Al final, Jesús le dice: “No peques más”, pero antes despierta la conciencia de pecado en los hombres que la acusan… Parece que Jesús dice a los acusadores: esta mujer, con todo su pecado ¿no hace visible y por encima de todo también vuestras propias transgresiones, vuestra injusticia masculina, vuestros abusos? Aquí se encierra una verdad que vale para todo el género humano… Se deja sola a una mujer, se la expone a la opinión pública con “su pecado”, siendo así que detrás de su pecado se esconde un hombre pecador, culpable del pecado de ella, corresponsable de este pecado. Y sin embargo, el pecado del hombre no atrae la atención, se pasa bajo el silencio… ¡Cuántas veces la mujer, de esta manera, se lo carga todo ella sola!... ¡Cuántas veces se queda sola, abandonada con su maternidad, y el hombre, el padre del niño, no quiere aceptar su responsabilidad! Y junto a las numerosas madres solteras en nuestra sociedad, debemos pensar también en aquellas que, muy a menudo, bajo diversas presiones, incluso por parte del hombre culpable “se liberan” del hijo antes de su nacimiento. Sí, “se liberan”, pero ¿a qué precio?