Interesante el comentario de hoy que bien deberían tener encuenta los hermanos separados y los que dentro de la misma Iglesia de Jesucristo dictan normas o predican atentando contra su unidad.

Miércoles de la 7a semana de Pascua
El Evangelio del día
Evangelio según San Juan 17,11b-19.

Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:
«Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros.
Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.
Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.
Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.»

San Cipriano (c. 200-258)
obispo de Cartago y mártir

Sobre la unidad de la Iglesia (De l’unité de l’ Église, Cerf, 1942)

“¡Qué sean uno!”
Hay una sola Iglesia y por su fecundidad siempre en crecimiento, abraza una multitud cada vez mayor. El sol envía muchos rayos, pero su fuente luminosa es única. El árbol se divide en muchas ramas, pero hay sólo un tronco vigorosamente apoyado sobre tenaces raíces. De un manantial salen muchos arroyos y aunque todo tiene una única fuente, esta multiplicidad no se deseca gracias a la abundancia de sus aguas. Separen un rayo solar de la masa del sol, la unidad de la luz no evidencia el fraccionamiento. Saquen una rama a un árbol, la rama rota no podrá germinar. Corten un arroyo del manantial, el arroyo se deseca. Lo mismo ocurre en la Iglesia del Señor. Difunde en el universo los rayos de su luz pero una es la luz que ilumina todo, unidad del cuerpo que no se divide. Extiende sobre la tierra sus ramas de poderosa vitalidad, derrama lejos sus aguas sobreabundantes. Sin embargo, hay una sola fuente, un solo origen, una sola madre. El sacramento de la unidad, ese lazo de concordia indisolublemente coherente, es representado en el Evangelio por la túnica de nuestro Señor Jesucristo. Ella no es dividida ni rota, sino que sorteada para saber quien revestiría a Cristo, llega intacta al que se transforma en maestro. El pueblo de Cristo tampoco puede ser dividido. Su túnica, de una sola pieza, un solo tejido, es figura de la concordia coherente de nuestro pueblo, de aquellos que hemos revestido a Cristo. Indivisible es la unidad. Un cuerpo no puede perder su cohesión ni ser dividido, ni su interior rasgado y dispersado en partes. Todo lo que se aleja del centro de la vida no puede vivir y respirar dividido en partes, ya que pierde lo esencial de su bien.

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

Puedes dejar tu opinión sobre esta entrada

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s