Meditación: Es curiosa la lectura de hoy, porque me recuerda mucho al tiempo presente: Jesús que se retira al desierto para descansar unas veces y, otras, para encontrarse consigo mismo y con el Padre Eterno. Su misma persona parece imagen del desierto, porque no está apegado a nada, es totalmente libre como las arenas y los vientos que se mueven en dicho lugar. ¿Cómo puede ser que éste Jesús, libre, sea buscado por
una multitud de gente, que parece, en principio, que debería poseerlo todo; ya que es en las ciudades donde podemos encontrar todo lo necesario para la vida. Pues, no, es precisamente de las ciudades -nos comentan los evangelios- de donde salía aquella muchedumbre de personas en busca de Jesús: de Aquel que aparentemente no tiene nada? Además nos dice la biblia que, esa multitud, está en un trasiego; en un ir y venir. Dicha masa está en búsqueda de algo que llene sus insatisfacciones y es, por esto, que anda desorientada como ovejas sin pastor, pero cuando encuentran al Pastor, parece que rápidamente se vuelven sobre sus pasos a sus antiguas posesiones, sus pequeñas seguridades y a las esclavitudes de cada día que les hacen infelices; para desechar, en cambio, a aquel, que viendo que no posee nada, es libre y feliz porque posee, lo más importante, a Dios mismo.
El mundo actual ha cambiado poco con respecto al antiguo, entre otras cosas, porque la condición humana es igual en todas las época. Pero resulta que Jesús es, también, el mismo de todas las épocas y todos los tiempos: Él que puede llenar nuestros vacíos e insatisfacciones. Ese es el mundo actual en el que vivimos, gente desorientada, que no es feliz ni en la abundancia, ni en la pobreza. Gente que vive desorientada porque no quiere aprender de sus errores, ni de la historia; para volver su mirada a Jesús que nos da palabras de VIDA. Esa gente quiere acercarse a Él porque han visto que es diferente a todos, pero sin embargo dan un paso atrás para refugiarse en sus pequeñas comodidades y en sus bienes caducos e inconsistentes.
Oración: Hazme consciente Señor, en todo momento, que eres Tú, Dios mio, el que sostienes el universo y el único proveedor y regidor de todo cuanto existe. Que Tú me lo puedes dar todo o quitar; con el único fin de que vuelva mi mirada a Ti y aprenda a vivir según tus criterios, que no son otros que mi propia felicidad y mi propio Ser.
Para la vida: Viviré a partir de ahora, saliendo de mi mismo para buscar en la palabra de Dios en los evangelios, aquellas palabras que Jesús predicaba a las muchedumbres desorientadas, porque solo así estando aferrado a lo eterno, a Dios, nada de este mundo efímero podrá desolarme y abatirme cuando lleguen los malos tiempos.