Meditación: Hay acontecimientos de la vida que nos desbordan y situaciones que no llegamos a entender porque suceden. En la palabra que Dios nos da hoy, podemos observar que Dios, como padre que es, y un buen padre, no hace dejación de su función; con tal de llevarnos a la meta que Él tiene reservada, para todos aquellos que han decidido aceptarlo como padre, como guía y como señor de su vida. Esa meta es la felicidad, ya, aquí en la tierra y, también, en la vida Eterna. Un padre que no corrige a su hijo, por miedo a que este se enfade, no entienda, o se revele; simplemente no es buen padre, porque evita el sufrimiento presente, a costa de debilitar el carácter de su hijo y no prepararlo para el futuro, cuando tenga que desenvolverse por el mismo, o para los momentos difíciles que tarde o temprano han de presentársele. No hay que olvidar que, cuando un padre corrige, al que más le duele es a él mismo. De modo semejante actúa Dios, que no evita, en muchos casos, nuestro sufrimiento, o la libertad de los otros, con tal de que salgamos fortalecidos y capaces de avanzar en nuestra carrera hasta la meta definitiva: nuestra paz interior y nuestra Salvación Eterna. El problema, del tiempo presente, es que hemos sacudido a Dios de nuestra vida o mejor dicho de nuestras conciencias; lo hemos convertido en una especie de mago al estilo de Harry Potter; de modo que, solo, recurrimos a Dios en los momentos difíciles y después nos olvidamos. Con lo cual, no dejaremos de ir de tropiezo en tropiezo y de prueba en prueba, porque si esas están, ahí, es precisamente para que volvamos nuestros ojos a Dios, para permanecer en sus caminos adheridos a Él desde ahora y para siempre. Pues que aprendamos como pueblo de Dios, como bautizados, que tenemos un Dios que no hace dejación de sus funciones de Padre, que permite que pasemos por situaciones difíciles, principalmente, para que estemos unidos con Él, para que nos convirtamos y para que renunciemos a la vida de pecado que hemos llevado hasta el presente.
Oración: ¡Bendito seas Dios mio que nos corriges para salvarnos! ¡Alabado sea tu santo nombre por siempre! ¡A Ti, únicamente, daré mis alabanzas, porque eres mi papa y estás conmigo corrigiendome; pero, también, dándome vida y felicidad! ¡A Tí toda la gloria papito, porque no me atraes hacia ti con engaños, si no que quieres lo mejor de mi mismo, que es amarte con toda mi libertad!
Para la vida: A partir de ahora, cuando pase por situaciones de dolor, angustia, depresión, enfermedad… pensaré: ¿me he olvidado de Dios? ¿Estoy cumpliendo con sus mandamientos? ¿Es posible que esta situación, difícil, que atravieso, no venga como consecuencia de que vivo sin poner mi vida, en sus amorosas manos, en todo momento y no solo ante las situaciones adversas?