firmamento

La mujer que no miraba al cielo, era una mujer que, poco a poco, fue perdiendo el sentido de trascendencia por la inmensidad del mundo en que habitaba. Ello, no obstante, apesar de que estuviese circundada -como lo estaba- de amaneceres con soles anaranjados que sembraban lenta, pero impertérritamente, de irisados colores a montes, cascadas, trigales y mares de rocíos suspendidos sobre valles legendarios. La mujer que no miraba al cielo tampoco escudriñaba, en la claridad de la noche, el baile alegre de estrellas fugaces, ni los caminos que trazaron otras compañeras en galácticas colmenas de nacars. La mujer que no miraba al cielo ya no recordaba los suaves algodonales de nubes, contemplados en su infancia, que mecían los vientos por encima de su cabeza coronada de guirnaldas; ni siquiera los corazones que dibujaban en lo alto, atravesadas de un rayo de sol. La mujer que no miraba el cielo, había olvidado las alineaciones que las aves, cual flecha puntiaguda, iban abriendo contra el viento.

La mujer que no miraba al cielo ya no se preguntaba de quien y de donde procedía, tanto esplendor, con tanto colorido y tanta vida, con los que un día fueron deleitados los sentidos de su alma y de su cuerpo. La mujer que no miraba al cielo, olvidó por mucho tiempo donde residía su fundamento. La mujer que no miraba al cielo, contemplaba al hombre y le pareció que le faltaba corazón y le faltaba entimiento. La mujer que no miraba al cielo empezó a extasiarse con su imagen y se olvidó de las entrañas que acogió el origen de su nacimiento.

La mujer dirigió su vista al ombligo y le pareció sol, nube, rocío, estrellas, ave, nácar, galaxia concepción y firmamento. En su contemplación, se quedó tan extasiada que engalanó su cuerpo de sedas, perfumes, tintes y un tatuaje en su ombligo que para ella comenzó a ser algo más que su centro; y lo fue mostrando a todo el mundo como la perla más preciada de su reducido universo.

La mujer se olvidó, por mucho tiempo, que no era el ombligo lo que le dio la vida, sino lo que había un poco más adentro (allí donde residía, por cierto, lo más valioso de su fundamento). María, mujer y niña, dijo sí y dio la vida al Señor del Universo; al Dios hecho hombre que aún puede a la mujer del ombligo -si ella lo abraza- reservarle un sitio junto a Él en el Cielo.

 

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

Puedes dejar tu opinión sobre esta entrada

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s