LAS TENTACIONES DE JESÚS: En aquel tiempo, el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba. Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. El tentador se acercó entonces y le dijo: Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes. Jesús le respondió: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Después el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dará órdenes a sus ángeles para que te lleven en brazos, de modo que tu pie no tropiece en piedra alguna. Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios. De nuevo lo llevó consigo el diablo a un monte muy alto, le mostró todos los reinos del mundo con su gloria y le dijo: Todo esto te daré si te postras y me adoras. 10 Entonces Jesús le dijo: Márchate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y sólo a él le darás culto. Entonces el diablo se alejó de él, y unos ángeles se acercaron y le servían.
• En el primer versículo podemos observar que las tentaciones son consentidas por Dios, porque es el mismo Espíritu el que lleva a Jesús al Desierto para que sea probado. Esto quiere decir que la tentación es un camino de superación personal que estrecha más nuestro vínculo con Dios, que nos creó para Él. Además es una situación con la que vamos a tropezar, reiteradamente, sin que por ello debamos perturbarnos ni considerarnos índignos o malos. Superar la tentación revela nuestro amor hacia Dios y nos confronta con la verdadera dimensión de nosotros mismos.
• Seguidamente observamos que Jesús combate a maligno en las tres tentaciones siempre con la misma táctica: en primer lugar, con la palabra de Dios -con las Escrituras- y, en segundo lugar, no entrando en dialogo con el tentador. De este modo de actuar de Jesús, la lección que podemos extraer, primeramente, es que la palabra de Dios es en sí misma suficiente y eficaz para combatir a Satanás cuando nos alimentamos y vivimos de ella (por tanto, es un imperativo para el creyente, conocerla y meditarla). La segunda enseñanza que podemos extraer, es no detenerse en la tentación, como ya se ha dicho, porque al final seremos arrastrados por la debilidad de nuestra carne o por el poder para el autoegaño de nuestra mente.
• Analizado las tentaciones, en la primera de ellas vemos, que se despiertan en Jesús, como hombre que era, su necesidad fisiológica de alimentarse: sintió hambre, nos dice las Escrituras. Y Jesús con la contestación que dio <<no solo de pan vive el hombre>> pude servirnos de referencia para cualquier otro tipo de apetencia o deseo carnal, que también nosotros experimentemos a lo largo de la vida. Además es una realidad incuestionable que cuando hemos vivido solo para satisfacer nuestros deseos, estos nunca terminan por llenar nuestro vacío interior sino que, más bien, lo acrecienta. Lo que no sucede cuando vivimos de cara a Dios.
• En la segunda tentación a Jesús se le incita a saltarse las reglas establecidas por Dios mismo; es decir a usar sus poderes rebelándose, de este modo, contra su misma naturaleza humana. Esta fue también la tentación de Adán y Eva, saltarse las reglas establecidas por Dios; no conformarse con lo que Dios les había dado que, por cierto, era todo lo que necesitaba un ser humano para ser feliz: entre otras experiencias la gozar de la misma presencia de Dios. Esta es la tentación que sufrimos los hombres a Diario, saltar por encima de las leyes establecidas por Dios en los mandamientos y en nuestra condición de criaturas. Nos frustramos cuando no aceptamos nuestros límites e incapacidades y los límites de los demás y, para ello, nos rebelamos contra Dios recurriendo a la extorsión, a los estupefacientes, al robo, a la brujería, Nueva Era, etc. Nos frustramos igualmente cuando actuamos contra nuestra propia naturaleza, porque el hombre fue hecho para amar y una persona no puede amar si mutila su cuerpo o va contra la misma vida humana. Tan es así que en cierta ocasión escuché a una mujer decir, que ella perdió su capacidad de amar tras someterse a un aborto inducido.
• La tercera tentación que sufrió Jesucristo fue dirigida a su ego, es decir el deseo que todo hombre tiene de ser “adorado”, alabado de los demás: unas veces por su poder y o traa por sus riquezas. Y cuando uno pone su confianza en el poder y en el dinero, deja de dar culto al verdadero Dios, que todo lo puede, para adorar y postrarse ante aquello que es caduco y que nos separa de Dios. Ya lo dice la misma escritura: porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mateo 6, 21). Por tanto, el buscar el dominio sobre los demás y las riquezas como fin, es darse culto a uno mismo y por ende a Satanás que, a través de ellas, quiere llevarnos a nuestra propia destrucción separandonos de Dios.
• La última lección que recibimos de las tentaciones de Jesús, es la confirmación de que, rechazando la tentación, amando a Dios por encima de todo y de nosotros mismos; es decir sometiendo nuestra voluntad a la suya, Él mismo viene a completar, luego, nuestros vacíos y necesidades: <<Entonces el diablo se alejó de él, y unos ángeles se acercaron y le servían>>.