Paso al final de esta entrada un mensaje, de un joven, como ejemplo de transformación y cambio, en este día tan especial para los cristianos porque él, sin nombrar la palabra Pascua …él, sí que ha hecho la suya; su paso de romper con la imagen equivocada que tenia de sí mismo, para descubrir la verdadera identidad con que fue concebido.
No es el conocer la Palabra de Dios la que nos salva sin más; sino la fe (como Abrahan y el mismo Jesús) la confianza plena de que Dios obra en nosotros lo que dice a través de su Palabra. Por eso te pido Jesucristo que me aumentes la fe, que no pase por encima de tu evangelio sin profundizar en el mismo, sin meditarlo, sin cuestionarme ante Él y sin preguntarte a Ti sobre el modo de encarnarlo en mi vida. Por lo ya expresado Señor quiero pedirte hoy que me ablandes la dureza de mi corazón; que no me asíe ufanamente a mis seguridades, a mis propios juicios y conveniencias; que los caminos que emprenda sean antes tuyos que míos, que todo lo someta a tu voluntad y entendimiento, porque tu eres mi padre; no un padre cualquiera, sino el mejor de los Padres: el que posee el conocimiento perfecto y el amor desinteresado. En vía, pues, a tus ángeles sobre mí para que, en todo momento, me recuerden que eres tú el protagonista de la vida y de la historia, de esa hitoria milenaria que tu diriges y de la que yo mismo formo parte. Que mi religiosidad no se quede Señor en un postureo (como se dice ahora), en una Semana Santa, en unas celebraciones muertas, en un simple recordatorio de lo que fue y pasó, para que no me suceda igual que a los viñadores homicidas de la parábola (Mt 21, 33-46). Que no haga de tu muerte una ejecución sin consecuencias, por vaciarla del contenido que Tú le diste: devolverme la dignidad de hijo de Dios, limpiandome de todo pecado, pero al mismo tiempo para que yo la retuviese renunciando a esos mismos pecados que Tú ya limpiaste con tu sangre.
Señor me avergüenzo ante ti de mi falta de fe, pero al mismo tiempo sé que tú no me juzgas por ello, porque conoces mis deseos más íntimos …que son, especialmente, amarte y servirte con toda la fuerza de mi corazón. Señor en ti he puesto mi confianza, sigue trabajando en todas y cada una de mis fortalezas para que, finalmente, mi corazón se derrame en mis hermanos como tu lo haces, cada día, con el tuyo en ellos. Un corazón que ha dado hasta la última gota de su sangre, con la cual hacer una transfusión a todos los hombres (de buena voluntad) de Nueva Vida; vida rebosante, de esperanza, de paz, de gozo, de amor y Eternidad.
Señor te doy Gracias por haberme regalado tanto conocimiento, por haberme hecho comprender que debo conocer tu Palabra, amarla, saborearla, encarnarla en mi vida como pan. Por eso Señor ayúdame a no utilizar esta, tu palabra, como arma arrojadiza, sino como llave que abre todas las cárceles del alma donde el hombre, muchas veces sin querer y sin buscarlo se ha visto atrapado.
Señor, una vez más, te doy gracias por haber recogido mi insignificancia, por haberme dado tantas oportunidades, por hacerme puro ante el Padre pagando con tu vida por el precio de mis pecados. Señor mientras más impotente me veo, más brilla tu amor en mi. Sí, así es porque en esa impotencia observo que me sigues amando… Mientras yo me siento como un niño, sin palabras, aturdido, anonadado, sin poder expresar todo el bien que haces por mí ¡Mejor así Señor, que vean que todo está contenido en tu Palabra y que es ella la que nos salva; y no los dones que Tú has puesto en nosotros. ¡Bendito seas por siempre mi Señor, mi Padre, mi amigo, mi Salvador! ¡Aleluya!