
Hoy parece que, desde ciertos púlpitos, incluso desde el más alto de nuestra esfera católica, se nos dan mensajes parciales de la Palabra de Dios, y en ocasiones incluso algunos que nos hacen dudar de si no entran en contradicción con esta misma Palabra. Hace ya unas décadas se nos viene diciendo que la evangelización ha de ser por atracción y no por proselitismo. Estoy de acuerdo, en esta afirmación, siempre que todos tengamos un mismo concepto de la palabra proselitismo. Si entendemos por proselitismo, usar cualquier método de persuasión para que una persona se adhiera a nuestra fe católica, como puede ser la mentira, el chantaje con préstamos a personas económicamente necesitadas, o el más frecuente de todos, el chantaje emocional, como suelen utilizar muchas sectas protestantes, con el miedo al infierno o el miedo al fin del mundo, pues estoy de acuerdo, con esa afirmación. Pero no parece que todos entiendan así la palabra proselitismo. Meses atrás, leí la noticia de que un alto cargo de nuestra Iglesia Católica, no voy a dar nombre pues seguramente lo hizo por convicción, no me cabe la menor duda (convicción que raya más el hecho cultural, que de credo) reprendió a una señora tachándola de proselitista, la cual le acababa de decir, que dos personas conocidas suyas, de diferentes credos, las había logrado convencer para que se pasasen al catolicismo. Yo -claro está- me quedé estupefacto por esta reprimenda (de la que además alardeaba el personaje al que me refiero), porque si uno está convencido de la verdad que encierra su credo y no lo proclama, es como si se avergonzase del mismo y prefiriese que las demás personas permaneciesen el error. Por otro lado, soy consciente, que si la evangelización no va acompañada del ejemplo de la persona que proclama su fe, no tiene la misma eficacia que si esta persona la vive desde la coherencia, en ocasiones, incluso puede ser hasta contraproducente para su interlocutor. De cualquier modo, no hay que olvidar que ningún creyente alcanza, de todo, la meta del cristianismo, que consiste en ser la imagen fiel de Jesucristo. La fe es un camino que hay que recorrer unos van por delante y otros más atrás (todos somos pecadores) y por lo mismo no se nos puede exigir la perfección absoluta para dar testimonio de nuestra esperanza; es decir, de nuestra fe.
Incluso la máxima del principio -evangelizar por atracción- tendría sentido en una sociedad, donde las personas no estuviesen replegadas sobre sí mismas; donde la comunicación sobre el credo de las personas, no se hubiese limitado o intentado restringir para el ámbito de la privacidad de cada quien (como sucede en la cultura occidental de los países más “desarrollados”) y las personas con las que interactuamos no sintiesen pudor de preguntarnos qué es lo que nos motiva a llevar una vida diferente al común de los mortales.
Por otro lado, tengo que decir, que hay personas muy entrañables y cariñosas, que cultivan cierto don para la comunicación, y que además son generosas, amables y serviciales, pero que, sin embargo, en muchos aspectos morales, bien por la cultura del momento, bien por flojera o bien por ignorancia, dejan mucho que desear con respecto a otros valores morales que estamos llamados a vivir desde el cristianismo. No obstante, parece que estas personas no dudan, en cambio, en proclamar sus ideologías mundanas o incluso sus apegos y apetitos carnales, sin ningún tipo de pudor, para atraernos hacia sus postulados o modo de vida. Ahora bien, yo me pregunto: ¿no es esto proselitismo? Si ellos no se esconden ¿por qué nosotros, estando convencidos de que andamos en el camino correcto para nuestra salvación presente y futura, habríamos de tapar nuestra luz -la lámpara de la que habla el evangelio- para que alumbre a todos los de la casa?
En la lectura del Evangelio de hoy queda bien claro que Jesús no solo quería que sus discípulos hiciesen más discípulos (valga la redundancia) por atracción -de ahí que los envié con el poder para hacer milagros y sin provisiones (sin ostentación de bienes materiales) siendo la Providencia Divina su único apoyo, sino que además los envía a predicar de palabra: a proclamar que el Reino de Dios está cerca. Curioso que Jesús les diga, que está cerca, y no que les dijese ya está entre ustedes. Señal de que este Reino, solo llegaría plenamente, con su resurrección, una vez concluida la misión encomendada por el Padre.
Concluyo con unas palabras de la Venerable Madeleine Delbrêl: ¿Cómo no evangelizar si el Evangelio está en nuestra piel, manos, corazón, cabeza? Debemos decir por qué tratamos de ser lo que queremos ser y tratamos de no ser lo que no queremos ser. Debemos predicar, porque predicar es decir públicamente algo sobre Jesucristo, Dios y Señor. No se puede amar y callar.
Evangelio según San Mateo 10,7-13.
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.»
No lleven encima oro ni plata, ni monedas,
ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.
Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella.
Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.