El evangelio de hoy nos muestra la sensibilidad de Jesús ante las miserias físicas y espirituales del hombre, no es un mago o un curandero al estilo humano que cura por dinero o prestigio. Así, ante el leproso de este pasaje bíblico se nos dice que Jesús sintió compasión de él y que además lo tocó, algo impensable en aquella época, donde el leproso era apartado socialmente; condenado a vivir en soledad fuera de la ciudad y sin poder tener contacto con nadie. A demás, lo manda al templo a presentar la ofrenda de Moisés en el templo porque es una manera también de expiar sus pecados, y quedar totalmente limpio y, al mismo tiempo, de dar testimonio ya que la enfermedad directa o indirectamente, está asociada a nuestra naturaleza caída, al pecado. Así sabemos, que de no haber pecado nuestros primeros padres, ni ninguno de sus descendientes, el hombre conservaría su estado de gracia primero, libre de enfermedad, de muerte y sufrimiento.
Es por esto mismo que Jesús en otras de sus curaciones le dice al enfermo que no peque más para no volver a un estado aún peor al que tenía antes de su sanación, ya que desperdiciaría, de este modo, las gracias vertidas en él, por su encuentro con Jesús.
También, por Santo Tomás de Aquino, uno de los mayores teólogo de la iglesia, sabemos que el hombre es una unidad sustancial indivisible de alma y cuerpo, por lo cual se infiere, que aquello que hagas con tu cuerpo afecta a tu psiquis, a tu alma, y lo que hagas con alma a tu cuerpo, esto no quiere decir que la enfermedad vaya asociada al pecado personal siempre, pero si como, decía antes, a esta naturaleza nuestra caída, y a la interrelación del hombre con la naturaleza y sus semejantes, a más pecado más nos dañamos a nosotros mismos y más hacemos sufrir a los que están a nuestro alrededor: perdemos la gracia de Dios (luz y tinieblas no pueden cohabitar) y la protección asociada a la misma.
Oración: Señor me pongo en tu presencia, para pedirte perdón, una vez más, por mis pecados, porque te ofendí gravemente atentando contra mi propia naturaleza, contra mis hermanos, la creación y especialmente contra ti.
Hazme consciente del daño que causo al cuerpo místico de la iglesia, para no pecar en adelante, y de las gracias que desparramó, especialmente por tu sacrificio en la cruz, quedando a merced del enemigo y sus insidias.
Dame también Señor tu misma sensibilidad y compasión por las personas que sufren ¡Son tantas y están tan cerca…! Quiero que me prestes tus oídos para escucharlas, tu mirada para penetrarlas, tu corazón para sanarlas, y tú sabiduría para aconsejarlas.
Del mismo modo, deseo Señor, hacer expiación por mis pecados para reparar, en la medida de lo posible, con tu compasión y misericordia el daño causado en mis hermanos: que borres toda huella de dolor, de resentimiento y de desconfianza que dejé en ellos, y por eso haré este o estos sacrificio …..
Gracias Papá por escuchar mi oración, te doy un fuerte abrazo, y te pido tu bendición en el nombre de tu hijo Jesús, y en atención a sus llagas y tormentos. ¡Gracias! ¡Gracias!
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