«por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”».
Siempre me han sorprendido estas palabras de Jesús, hasta que entendí que Jesús desea, como cualquier otro padre, maestro e incluso amigo que se precie, que, por encima de las evidencias, creamos en él, porque de lo contrario no lo seguiríamos por convicción, la conversión del corazón sería casi imposible, ya que entraría en juego, sobre todo, el interés personal del regalo o milagro que Jesús lleva parejo a su omnipotencía divina. Ya lo dice en otro pasaje del Evangelio -cuando después de la multiplicación de los panes y peces- Jesús recrimina que muchos les siguen para saciar sus estómagos y no, en cambio, por él mismo.
Es por tanto la fe lo que agrada a Dios para que se pueda operar en nosotros un cambio en el espíritu por medio de un cambio de mentalidad, que lleva a su vez al cambio de corazón, es decir que ya no valoremos las cosas a través de los ojos del mundo o de nuestros antepasados, sino a través de los ojos de Dios por medio de su Palabra.
Por otro lado, para ser buena tierra y demos buenos frutos, que es lo que nos pide el Evangelio de hoy -según los dones recibido por cada uno- es necesario, como dice el evangelio al final de la lectura, que escuchemos la palabra y la aceptemos: no se trata, por tanto, de escuchar solamente, de decir que bonito, como si fuera un cuento o una historia más; sino de aceptarla para llevarla al corazón haciéndola vida en mí, como un miembro sano de ese Reino que se concreta en la Iglesia cuya cabeza es Cristo.
*Oración:* Te doy gracias Señor por este nuevo día, por el amor que me tienes, porque te siento vivo y real en mí corazón, aunque no siempre ha sido así. Te pido, que si de nuevo viniesen noches oscuras a mi vida, días de prueba, y no viese amor por ningún lado, sea la esperanza, la fe que he puesto en ti, en tu persona, el faro que me conduzca hacía un nuevo amanecer, porque ya que como dices en otra ocasión: *es en el crisol donde se purifica el oro, como el creyente en la prueba*. Señor quiero ser esa buena tierra que acoge tu palabra, la retiene, la abraza y la hace germinar dando frutos de amor y vida. ¡Señor en tí confío, solo tú tienes palabras de Vida!. ¡Señor tú ya has triunfado y nosotros contigo y en tí!
*Para la vida* hacer un examen de conciencia a la luz del Evangelio de que clase de tierra soy y que he de cambiar, para que el Reino de Dios sea una realidad en mi.
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