En el evangelio de hoy vemos como Jesús se transfigura en todo su esplendor y, de este modo, anticipa por un lado visiblemente, a los ojos sus discípulos, lo que alcanzarán a contemplar y percibir más tarde, después de su muerte, junto a Él. Y por otro lado, les anuncia, al mismo tiempo, el hecho de su muerte y resurrección; y lo hace para que, llegado ese momento, encajen y comprendan que debe ser así y que todo ello se debe a un plan trazado por Dios para bien de sus vidas y salvación de sus almas; plan que más tarde les será revelado, abarca no solo a sus personas, sino a todos los hombres.
Pero, especialmente curioso en este pasaje evangélico es la intervención de Dios Padre, que cediendo todo el protagonismo (por decirlo de alguna manera) a su hijo, solo aparece para decir dos cosas sin hacer más señal ostentosa, a saber: *Este es mi hijo muy querido, escúchenlo*.
De este modo, pues, la divinidad de Jesús, no solo es evidenciada por sus obras, milagros, o por lo que dicen otras personas de Él, sino que es confirmada por Dios Padre, desde el cielo, para que no haya lugar a dudas sobre la identidad de su hijo, y para pedirnos, seguidamente, una sola cosa, que le escuchemos.
*Enseñanza:* hoy y siempre, debemos poner nuestra vista en la meta que nos aguarda, que es la contemplación de Dios, visión que ya aquí en la tierra se les ha concedido, por gracia de Dios, a algunos, y lo que esa contemplación, a su vez, lleva pareja de dicha, esplendor y plenitud para todo aquel que la alcance.
La segunda enseñanza que nos depara la lectura, es que esa meta se hará más cercana y realizable, siempre y cuando escuchemos al hijo de Dios. Escucha que no nos puede dejar indiferentes, porque no se trata de escuchar a un hombre cualquiera como yo mismo, sino de escuchar al Yo Soy: al que es por si y en sí mismo, al hijo de Dios omnipotente, al que el Padre nos presenta hoy.
*Oración*: buenos días mi querido Papá, hoy me llamas a escuchar a tu hijo, nuevamente, al igual que ya pasará en el río Jordan al ser bautizado. Por tus palabras, por su énfasis, veo lo relevante de esa escucha y así lo haré, prestaré más atención a las palabras de tu hijo amado y como la Virgen María las guardaré y retendré en mi corazón para hacerlas vida en mí. ¡Gracias un día más Papá por la vida que me otorgas y por el amor que me deparas, te quiero! ¡Alabado y bendecido seas por siempre y por todas las criaturas!