¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?
Hoy Jesús nos lanza esta pregunta, y la respuesta parece obvia, hasta un niño diría que, de nada.
Entonces podríamos hacernos inmediatamente otra pregunta ¿porque nos cuesta tanto entrar en obediencia y seguir tus mismo pasos, Jesús? A qui ya serían muy diversas las respuestas, cada uno tendrá las propias, aunque a Dios no le valen las componendas, sino el arrepentimiento, puesto que como sabemos Él conoce hasta lo más secreto de nuestro corazón. Hoy nos podemos centrar en tres de las más comunes, la primera la falta de fe, que hasta es una excusa razonable para los que no conocen a Jesús o les ha llegado un conocimiento distorsionado del mismo desde diferentes doctrinas sectarias o gnosticas.
Otra de las causa es el miedo, miedo por un lado a disminuirse, a perder influencia, dinero, etc., y miedo por otro lado a perder la estima de los demás, que es la vergüenza de la que Jesús hoy también nos habla.
Y la tercera y última, muy común para el creyente es la mediocridad que funde sus raíces por un lado en el buenismo: Dios es bueno y me va a perdonar siempre (algo que es cierto, siempre y cuando no se utilice como una escusa consciente para vivir a mi modo) y otra es la postergación, pensamos que tenemos toda la vida por delante para entrar en obediencia a la voluntad de Dios, cuando en realidad sólo tenemos el ahora. Una prueba muy contundente de que es así, es cuando se le pregunta a alguien por el tiempo que le resta de vida, nadie da una fecha, es decir no dispone por si mismo de ni un segundo de vida.
Enseñanza: no tengamos miedo a disminuirnos para ganar, a tomar la cruz que nos lleva, aunque parezca contradictorio, a la vida; a no postergar, por otro lado, lo que Dios me pide ahora; y finalmente a testimoniar, sin vergüenza, ese tesoro que hemos encontrado, que llevamos en nuestra fragilidad humana y que se llama Jesús. En esto último, son admirables algunos futbolistas, mayoritariamente sudamericanos, que no dudan en presinarse e incluso arrodillarse cuando marcan un gol o cuando salen a la cancha, como dirían ellos.
Oración: Mi querido Espíritu Santo hoy me presento ante ti, para que me aumentes ese regalo preciado y precioso de la fe, esa maravilla que nos eleva hacia el Padre y el Hijo, y nos da valor, fuerza y alegría para seguir amando y esperanzados en todo tiempo. Espíritu Divino, con toda la fuerza de mi corazón dame ese fuego que eres tú y comunicas para vencer mis limitaciones, especialmente el miedo a ser rechazado a causa de mi fe. ¡Te amo, Espíritu Santo, haz que yo sienta tu presencia y tú amor en este día, que es lo único que tengo por delante, si tú así lo deseas y es conveniente para mí! ¡Gracias por tu amor!
https://evangeliodeldia.org/SP/gospel/2022-02-18