«Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante».
Hoy Jesús nos hace una promesa, una promesa de abundancia, porque su corazón misericordioso aún sobrepasa sus manos llenas a rebosar.
Pero esta promesa viene condicionada, no porque Jesús nos quiera hacer sufrir, sino todo lo contrario porque sabe que nuestro bienestar y felicidad también depende de los demás, de los que están lejos, pero especialmente de los más cercanos, por eso junto a esta promesa de abundancia y misericordia, también nos invita a hacer, en reciprocidad, nosotros tus hijos lo mismo con los demás.
Algo que a demás tenemos que tener en consideración también hoy, es que si Dios es un Dios fiel que cumple su palabra, como no puede ser de otro modo tratándose de Dios, de igual modo que da, abundantemente y sin medida, puede retener sus dones y beneficios con aquellos que sean mezquinos (en todos los sentidos) con sus semejantes.
Lección para hoy: cuando pidamos a Dios si deseamos recibir de él, revisemos, antes, como está nuestra misericordia y generosidad con los otros: generosidad en perdón, en tiempo, en caridad, en agradar y en agradecimiento, en ayuda, en paciencia y humildad, etc.
Oración: buenos días Señor Jesús, gracias por esta mañana en la que nos regalas un nuevo amanecer y, junto a él, la lluvia que tanta falta nos hace ¡Bendecido y alabado seas por ello Padre!
Hoy te pedimos fortaleza para ejercer con los hermanos la misma misericordia que tú has tenido con nosotros; que no se nos desdibuje del rostro una sonrisa, un gesto amable, y un corazón condescendiente a pesar de los defectos que veamos en los otros, o a pesar, también, de nuestro propio cansancio y suspicacias.
Gracias Señor por tus promesas y perdón por todas las veces que mi comportamiento ha sido piedra de tropiezo y malestar para tus hijos, mis hermanos.