El evangelio de hoy es muy trasparente, nos habla de la gran misericordia de Dios, que en ningún momento piensa en nuestra condenación, sino que esta es una consecuencia del rechazo que el mismo hombre pone con su libertad a esa misericordia, a reconocer que la salvación viene de aquel que ha dado la vida por nosotros siendo Dios y completamente Justo. De esta manera pues, os invito con el comentario que hace San Alfonso María de Ligorio a este evangelio, a la oración, a pasar tiempo con Dios, pues su mayor deleite, como él pone de manifiesto, es estar con nosotros. (1696-1787).
Evangelio según San Juan 3,16-21.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
Comentario de San Alfonso María de Ligorio:
Las misericordias de las que fue objeto, son testigos segurísimos de su amor por usted. Cuando Dios ama un alma y es sinceramente amado, le desagrada encontrar en ella la desconfianza. Si desea alegrar su Corazón tan amante, vaya desde hoy a él, con la más sincera confianza y la más libre ternura que pueda alcanzar.
“Yo te llevo grabada en las palmas de mis manos, tus muros están siempre ante mi” (Is 49,16), decía el Señor a Jerusalén. Así le habla también a usted: “Alma querida, ¿qué temes? ¿Por qué esta desconfianza? Tu nombre lo llevo escrito en mis manos: no pierdo jamás de vista el hacerte el bien. ¿Tus enemigos te hacen temblar? Debes saber que la preocupación de tu defensa está tan presente en mi pensamiento que no me puedo distraer”. (…)
Sobre todo reanime su confianza con el pensamiento del don que Dios nos hizo en Jesucristo: “Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo Único” (Jn 3,16). Por eso, el Apóstol pregunta de dónde viene el temor que Dios reusaría algún bien, luego que nos dio a su Hijo: “El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?” (Rom 8,32).
“Mi delicia era estar con los hijos de los hombres” (Prov 8,31). Podemos decir que el paraíso de Dios es el corazón del hombre. ¿Dios lo ama? Ámele. ¿Su delicia es estar con usted? Ponga su delicia en permanecer con él, en pasar su vida entera en tan amable compañía. Como usted espera, ella será el encanto de su eternidad.