«Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello».
Con estas palabras que aparecen en el Evangelio de hoy, Jesús nos está señalando que estamos de paso en la tierra, y que antes de vivir despreocupados en ella es sin embargo el trampolín para ganarse la vida Eterna; es decir, pasaporte para gozar de la presencia de Dios y del paraíso, ya sin los padecimientos y sufrimientos del presente.
Por otra parte, Jesús nos señala en el mismo evangelio el camino para alcanzar esa gloria en la Vida Eterna, que es priorizar sobre lo que muere y es perecedero.
Ese alimento inmortal, como ya sabemos, es Jesús mismo que clavado en una cruz nos recuerda que no hay mayor amor que el que da la vida por sus amigos: atendiendo, claro está, a la voluntad del Padre. Y la voluntad del Padre es que creamos en el hijo, en Jesús, para transformar realmente en vida su Palabra y su cuerpo en nosotros. De tal modo que se diga, este es diferente, tiene algo especial, pero no para gloria nuestra, sino para gloria de Dios y vida de los demás.
Oración: buenas Días Señor por este nuevo amanecer. Hoy debería preguntarme a fondo por qué te busco, si para hacer tú voluntad o como salvaguarda de esta vida que se acabará antes o después. ¿Porque te busco Señor, realmente retengo tus enseñanzas y me entrego noche y día a meditar en ellas, para llévalas luego a la vida?