Jesús dijo a sus discípulos:
«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !
Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí,
pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»
Jesús ha venido al mundo para librar al hombre de su ignorancia, y de este modo darnos la paz que nos deja el actuar desde su voluntad que solo busca el bien y nuestra entrada en la gloria eterna.
Anteriormente a Jesús la influencia del mal (a causa de la desobediencia de nuestros primeros padres) tenía menos consecuencia para la vida de las personas porque actuaban desde la cultura sin ser de todo responsables de sus actos, es por eso que algunos teólogos dicen que Jesús descendió al infierno antes de volver al Padre, para darle una última oportunidad a todo aquel que lo aceptase como Señor y Salvador de su vida, como hijo de Dios.
Desde que Jesús regreso al Padre ya no es así para todo aquel que ha oído hablar de Jesús y ha rechazado entrar en el camino que él ha venido a darnos para nuestra paz, aquí y ahora, y nuestra felicidad eterna más allá de esta vida.
Es por eso que la furia del príncipe de este mundo (Satanás) es la de robarnos la paz que Jesús da y, por ende, poner todas las trampas posibles para que la salvación que Jesús nos ofrece, mediante su sacrificio en la cruz, no pueda alcanzarnos por nuestra oposición y rechazo.
Ahora somos plenamente responsables de nuestros actos, porque como dice la Palabra «a todo el mundo alcanza su pregón», ya no solo por las obras de la creación, sino por los medios de comunicación globales de los que disponemos, y porque muchos, como bautizados, tenemos el deber de indagar y formarnos en la fe recibida.
Mi paz os dejo, dice Jesús en el evangelio de hoy, no la paz superficial que da el mundo, que puede impedir una guerra, pero que nos roba por otro lado la paz interior por el desamor, la ambición a cualquier precio, el desarraigo de las familias, los traumas psicológicos a posteriori por los abortos provocados, los suicidios masivos por depresiones, el acoso y derribo de los más débiles (bullying, violaciones), los asesinatos de mujeres que no cesan, el reclamo publicitario sin escrúpulos de los medios de comunicación a la pornografía, a la violencia y a juego, etc.
Jesús nos da su paz gratuitamente, hasta el punto de haber dado su vida por ti y por mí, mientras el príncipe de este mundo nos da destellos de felicidad efímeros que poco después nos dejan vacíos, insatisfechos, perturbados, encadenados y sin medios y fuerzas para cicatrizar las heridas que nos dejó el mundo por la misma influencia del príncipe de este mundo.
Mi paz os dejo, dice Jesús, adentrémonos pués, de lleno, en buscar a Jesús, en abrirle nuestra alma, para recibir la paz que sólo él puede dar de modo definitivo para gozo y felicidad nuestra y la de nuestro entorno.
Oración: INSTRUMENTOS DE TU PAZ
Hazme un instrumento de tu paz; donde haya odio lleve yo amor, donde haya injuria, tu perdón, Señor donde haya duda, fe en ti.
Maestro ayúdame a nunca buscar querer ser consolado cómo consolar; ser comprendido como comprender, ser amado como yo amar.
Hazme un instrumento de tu Paz que lleve tu esperanza por doquier, donde haya oscuridad, lleve tu luz, donde haya pena tu gozo Señor.
Hazme un instrumento de tu paz; es perdonando que nos das perdón, es dando a todos que Tú te nos das; muriendo es que volvemos a nacer.