Jesús en el evangelio de hoy vuelve a recordarnos lo importante de cumplir sus mandamientos, porque de ello se deriva su gozo y también el nuestro. Jesús sabe cómo hombre que una de las cosas que más paz deja al ser humano es cumplir con la tarea asignada y si se hace bien, mejor aún. Pero como Dios también conoce que deberes son necesarios que llevemos a término para que ese gozo sea perfecto y no una brisa pasajera.
De tal modo que, como decíamos también ayer… para conocer sus mandatos hay que estar muy atentos a su Palabra y retenerla para luego poder actuar según su voluntad; voluntad que sin abolir la antigua ley por la que comienza a preguntar al Joven Rico (los diez mandamientos) nos lleva aún más lejos, entre otras cosas a amar al enemigo, y a desapropiarnos de todo lo que nos impida acercanos a Dios y estar disponibles para su misión. Desapropiarnos entre otras cosas del hombre viejo que fuimos antes de nuestro encuentro con Jesús, porque en el Espíritu Santo recibimos la gracia para que se forje el nuevo hombre en nosotros a imagen de Jesús a la que estamos impelidos por el precio de su sangre. De esta manera pués, sigamos cada día atentos al Evangelio para que nuestro gozo sea colmado desde la transformación que el Espíritu Santo nos da por medio de la oración y los sacramentos, para pasar luego a acción evangelizadora de palabra pero también con nuestro ejemplo y con obras de amor y caridad.
Oración: CONVERSIÓN TOTAL.
Sé que algo me estás pidiendo, Señor Jesús.
Tantas puertas abiertas de un solo golpe. El panorama de mi vida ante mis ojos: no como en un sueño. Se que algo esperas de mí, Señor, aquí estoy, al pie de la muralla: todo está abierto sólo hay un camino libre, abierto al infinito, el absoluto. Pero yo no he cambiado, a pesar de todo. Tendré que tomar contacto contigo, Señor; Buscare tu compañía, aún por largo tiempo. Para morir, pero entonces enteramente. Como esos heridos que sufren, Señor; te pido que acabes conmigo. Estoy cansado de no ser tuyo, de no ser Tu.