Evangelio según San Juan 15,12-17
No se porque, a día de hoy, muchas personas, incluso dentro de la iglesia, tienen la imagen de Dios, como un Dios severo y de castigo, el cual nos hace pagar por cada uno de nuestros pecados. Es obvio que la oscuridad y la luz son incompatibles, porque está última deja de existir cuando queda iluminada por la luz, y así el que muere en tinieblas de pecado, en oscuridad total, habiendo rechazado a Jesús en vida también lo rechazará más allá de esta, de tal manera que viéndose a sí mismo iluminado por la luz de Dios, su conciencia, se resista a ver su inmundicia y muera (por eso el antiguo testamento nos recuerda que si alguien veía el rostro de Dios moría y el mismo Dios le dice a Moisés cuando esté le pide ver su gloria lo siguiente: Voy a hacer pasar toda mi bondad delante de ti… Pero te aclaro que no podrás ver mi rostro, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo (Éxodo 33, 19-20).
De lo comentado se desprende, que el Juicio principal es la misma separación de Dios que por voluntad propia nosotros buscamos aquí y más allá de esta vida porque seremos lo que somos y nos llevaremos lo que guardamos en la mochila del alma. Dicho lo anterior, Jesús nos revela en este evangelio su cercanía, su amistad, nos dice que ya no somos siervos sino amigos, por tanto no es el Dios del látigo o el castigo, ese Dios con el cual nuestros propios Padres (por su ignorancia) en épocas anteriores nos amenazaban para que dejáramos de molestarles portandonos bien. El mismo Jesús en otra parte del Evangelio nos dice que su Padre deja salir el sol sobre buenos y malos y deja caer la lluvia sobre justos e injustos Mateo 5, 45. Así pues debemos, de una vez por todas, rechazar esa imagen de un Dios vengativo que al estilo del karma en la religión Hindú nos hace pagar por nuestros pecados. Si por algo Jesús dió la vida fue, precisamente, para perdonar nuestros pecados y liberarnos al mismo tiempo del poder del mal y el maligno sobre nosotros. Una vez arrepentidos de corazón y confesados nuestros pecados, no tenemos que tener más remordimiento (más pendiente como dicen los mexicanos) porque Dios los lavó con su sangre y quedan borrados para siempre de su corazón y por eso podemos ser nacidos de nuevo. Jesús no es vengativo, no nos castiga, por el contrario ha venido a darnos vida, vida en abundancia, la vida del cielo. Dios es un Dios de amor, nos lo muestra nuevamente la Palabra de hoy, y si algo pagamos en vida es las propias consecuencia de nuestras decisiones erróneas sin tener en cuenta la palabra de vida de Dios. Para poner un ejemplo: si alguien bebé alcohol más de la cuenta día tras día, lo más seguro es que termine con una cirrosis hepática, pero esto será la consecuencia de nuestros actos, no un castigo de Dios, ya que la naturaleza humana tiene sus limitaciones. En otras ocasiones tendremos que pagar por las decisiones erróneas de otros (no como castigo de Dios) pero en cualquier caso podemos ser auxiliados por el Padre, pues también es palabra de Dios lo que hoy Jesús nos dice casi al final del Evangelio: Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Oración: Estás con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Estás con nosotros omnipotencia divina con nuestra fragilidad. Estás con nosotros amor infinito que nos acompañas en todos nuestros pasos. Estás con nosotros protección soberana y garantía de éxito en las tentaciones. Estás con nosotros fuerza que sostiene nuestra vacilante generosidad. Estás con nosotros en nuestras luchas y fracasos, en nuestras dificultades y pruebas. Estás con nosotros en nuestras decisiones y ansiedades para devolvernos el coraje. Estás con nosotros en las tristezas para comunicarnos el entusiasmo de tu alegría. Estás con nosotros en la soledad como compañero que nunca falla. Estás con nosotros en nuestra misión apostólica para guiarnos y sostenernos. Estás con nosotros para conducirnos al Padre por el camino de la sabiduría y de la eternidad. Amén