Evangelio según San Juan 15,18-21
La lectura de hoy me retrotrae a aquellos otros versículos en gálatas 1,10 que dicen: «Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.» O aquellos otros que nos dicen: no pueden servir a dos señores… No pueden servir a Dios y a las riquezas. El seguimiento de Cristo trae consecuencias, porque un siervo no es más que su Señor, y así como recibiremos bendiciones y consolación del Padre como las recibió su hijo también tendremos que enfrentar crítica y hasta persecución como su hijo, no a causa de nuestra vanidad y doctrina, sino como consecuencia de predicar la misma palabra de Cristo y vivir coherente a ella en todo los ambientes y ámbitos de la vida en los que Dios nos ponga.
Pero como decía también Pablo en todo ello saldremos vencedores porque ninguna tribulación podrá separarnos de su amor, del amor de Dios, a lo que cabría añadir que a cambio en este camino recuperamos la Libertad y la Vida. La libertad porque ya no somos esclavos del pecado y del mundo y la Vida porque solo la vida en Cristo, puede llenar nuestro vacíos (la búsqueda de sentido), y cicatrizar nuestras heridas.
Así pues, abramos los ojos, la mente y el corazón: las riquezas pasarán, las amistades pasarán, la familia pasará, el mundo pasará, solo Dios y su Palabra permanecerá eternamente y nos acompañará con gozo, en la tribulación, la enfermedad, el tránsito de la muerte a la vida eterna y para siempre en el más allá.
Para finalizar tendríamos que volver a la pregunta del principio, no para castigarnos sino para volver al camino:
¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.»