Hoy Jesús ora al Padre por sus discípulos y por todos los cristianos que vendrían después de ellos, ora especialmente por la unidad entre ellos, porque como dice en otro pasaje, ésta será motivo para que el mundo crea, nos habla de estar en el mundo, sin identificarnos con él, con las propuestas y soluciones individualistas y hedonistas, entre otras, que nos hace contrarias al amor oblativo y entrega hacia los demás, sin olvidar la moral individual que nos presenta la Palabra de Dios revelada, y ora también al Padre que nos aparte del Maligno, no del mal como un ente abstracto, sino de la acción del Diablo en la vida del hombre, debido a la cual nos alejamos tanto de la verdad, de la Palabra de Dios, que llega el momento en el que la misma conciencia queda tan oscurecida que pierde el sentido de pecado y de estar obrando bajo su influencia. Y para que nos mantengamos unidos y en la verdad, Jesús nos vuelve a remitir, no a palabras envolventes y seductoras de hombres, sino a la Palabra del Padre, a Jesús mismo que es uno e indivisible en la Trinidad para ejemplo nuestro.
Redundando más en esta palabra, la primera lectura también nos invita a velar, es decir, a tener todos los sentidos afinados especialmente el del espíritu, pidiendo a Dios capacidad de discernimiento -que solo se puede lograr mediante la oración y vida de gracia- para que no nos dejemos arrastrar por otros que, en el mismo nombre de Jesús, enseñaran doctrina falsa. Por eso dice así San Pablo apóstol de Cristo en dicha lectura: «Velen por ustedes, y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha constituido guardianes para apacentar a la Iglesia de Dios, que él adquirió al precio de su propia sangre.
Yo sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos rapaces que no perdonarán al rebaño.
Y aun de entre ustedes mismos, surgirán hombres que tratarán de arrastrar a los discípulos con doctrinas perniciosas»