En el evangelio de hoy vemos como los Judíos acusan a Jesús de expulsar los demonios con el poder de Satanás, hoy en cambio y por los mismos motivos (hacernos un Dios a nuestra manera y conveniencia) muchos niegan la existencia de los demonios. En una versión y en otra se podría aplicar aquella denuncia del profeta Isaías: «De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido». Pues sí el corazón del hombre se ha endurecido a fuerza de poner muros cerrando su oído y su vista a las enseñanzas de Dios, y por eso, ahora, cualquier tipo de perversión le parece normal. El hombre es el rey de las excusas cuando menos, ésto sino pasa incluso al extremo de retorcer astutamente la Palabra de de Dios para darle un sentido contrario al que nos muestra (señal evidente que la inspiración no les viene precisamente de lo alto sino todo lo contrario). De esta manera debemos estar muy alertas a las excusas y argumentos que ponemos para resistirnos a la voluntad de Dios, porque de un corazón sincero y humillado Dios se compadece, pero de un corazón arrogante cerrado para ver y oír -para dejarse modelar por el alfarero del alma- ya recibió su recompensa la de vivir separado de la gracia de Dios (con todo lo que esto conlleva) por muchas palabras bonitas y seductoras en las que se pueda envolver.
Hoy por tanto, a una de las reflexiones que nos invita este evangelio es a detenernos, salir de todos los ruidos y afanes en los que nos envuelve el mundo, y rendirnos confiados a la palabra de Dios, quitar las telarañas de las justificaciones que nos presentamos a nosotros mismos con tal esquivar la puerta estrecha de la salvación y decirle a Dios: sí quiero y te recibo sin diques de contención con toda mi alma y toda la fuerza de mi corazón si resistencia, o como decía Carlos de Foucauld en oración: Lo que hagas de mí te lo agradezco, Señor,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo. Con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío.
Señor, aparta lejos de mi, todo impedimento, venga de donde venga, para que no me resista a la Verdad y al Conocimiento que procede de Tí. Amén
¡Te agradezco Señor por tanto bien! ¡Alabado seas por siempre el que Eras, el que eres y el que perdurará triunfante por los siglos de los siglos! Amén