«Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Con estas palabras Jesús en presencia de su Madre -que por cierto fue entre todos los humanos la que mejor cumplió con la voluntad del Padre- nos está indicado que los vínculos de la fe están por encima de los de la carne. Los vínculos de la carne, como sabemos también por las escrituras no van más allá de esta vida mortal, pues lo que realmente nos mantendrá unidos allí será un amor puro, desinteresado, en una visión de Dios que no nos hará anhelar otra cosa que gozar de su presencia y de ésta perfecta unidad entre Dios y todas las demás criaturas por él redimidas a causa de su obediencia aquí en este mundo. Pero las aspiraciones del cielo no están desconectadas de las aspiraciones de la tierra, porque Jesús, aparte de redimirnos del pecado para poder justificarnos ante el Padre y ante él mismo, vino a establecer su Reino (reino intemporal) ya aquí y ahora entre los hombres que habitamos la tierra (reino de paz, amor y justicia). Por eso Jesús hoy nos recuerda que su madre y sus hermanos son todos aquellos que cumplen con la voluntad del Padre, así como nosotros y por lo mismo, hemos de tener, también, como hermanos (no solo de palabras) a todos aquellos que cada día se levantan con el deseo de hacer realidad en su vida la voluntad del Padre, la que nos dió a conocer su hijo Jesús mientras estuvo con nosotros. Así, pues, no dejemos de cultivar este vínculo fraterno entre los que profesamos el mismo credo, porque todos, gracias a Jesús, hemos sido hecho hijos en un sólo Dios, en el cual no hay división y que, como Padre, también desea que todos permanezcamos unidos, al igual que lo están las tres personas de la Santísima Trinidad, Padre hijo y espíritu Santo. Se podría decir que la única y principal preocupación que muestra Jesús a lo largo de todo el evangelio, a parte de que renunciemos a las obras de Satanás (al pecado), es que en todo momento vivamos la unidad, la paz y la caridad verdadera, no dejando ningún hueco en nuestro corazón para la enemistad con el hermano.

Oración en la mañana (P. Ignacio Larranaga) Señor, en el silencio de este día que nace,
vengo a pedirte paz,
sabiduría y fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo
con ojos llenos de amor;
ser paciente, comprensivo,
humilde, suave y bueno.
Ver detrás de las apariencias a tus hijos,
como los ves Tú mismo,
para, así, poder apreciar
la bondad de cada uno.
Cierra mis oídos a toda murmuración,
guarda mi lengua de toda maledicencia,
que solo los pensamientos que bendigan
permanezcan en mí.

Quiero ser tan bien intencionado y justo
que todos los que se acerquen a mí,
sientan tu presencia.
Revísteme de tu bondad, Señor,
y haz que durante este día,
yo te refleje.
Amén. https://evangeliodeldia.org/SP/gospel/2022-07-19

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

Puedes dejar tu opinión sobre esta entrada

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s