¡El que tenga oídos que oiga!
Así concluye hoy el evangelio sobre la parábola del sembrador, Dios es el sembrador que con su palabra esparce la semilla sobre la tierra que somos nosotros, pero dependiendo en que clase de tierra caiga su palabra, ésta dará fruto o no en el hombre.
En ocasiones la Semilla de la Palabra cae sobre piedra, estos son los que reciben la palabra con agrado pero no echa raíces en ellos por muy diferentes motivos, entre otros, porque se le presenta poca atención, no hay un convencimiento pleno de que la verdadera vida del hombre se sustenta en la Palabra de Dios y en ponerla en práctica, y es así como, finalmente, presta más atención a las tareas de este mundo pensando que todo depende de él.
Los que la siembra cae al borde del camino, en el tiempo actual, se les podría comparar con los inconstantes, con los que quieren estar en todos lados a la vez (se pierden en las redes sociales o en otras distracciones en su afán de novedad) terrenos muy abonados del enemigo que se envuelve bajo la apariencia de bien para arrebatarles la semilla, de tal modo que no puedan dar los frutos del Reino de Dios. Otros que igualmente encajarían dentro de este grupo son aquellos a los que la Palabra les resbala, pasan de seguido de una lectura a otra, como si de un cuento se tratara, y a lo sumo aplican la misma a los demás, y de este modo dicen: ¡Esto le vendría de maravilla a fulanito de tal!
Están de otro lado aquellos en los que la simiente cae entre espina; es decir un ambiente contrario que ahogaría la Palabra en ellos como pueden ser diferentes ideologías donde Dios es el mismo hombre y la religión, por tanto, como mucho, debe estar subordinada a sus teorías, e incluso a su provecho.
Espinas para la Palabra también son los ambientes desfavorable donde uno está insertado en la sociedad, en ocasiones desde la más tierna infancia, ahí entraría la cultura individualista, relativista, materialista, hedonistas y atea de este tiempo, la cual nos va adoctrinando desde todos los medios de comunicación y a todas las horas del día sin que nos demos cuenta. También un ambiente familiar desfavorable, amistades mundanas e incluso un mal ejemplo de personas que se dicen creyentes y de consagrados. Todo esto influye aunque no sea definitivo, ya que por un lado Dios nos hizo libres para elegir y por otro la Palabra va destinada a cada persona en particular, por tanto nuestra salvación no depende de lo que hagan los demás.
Finalmente está la simiente que cae en buena tierra, aquellos que en un momento dado se encuentran con esta palabra de Vida y Esperanza, la escuchan para acogerla receptivamente (sin prejuicios), la meditan detenidamente en su corazón y la ponen seguidamente por obra. Estos últimos son los que dan abundante frutos según la capacidad de cada uno.
Reflexión:
Hoy Jesús me invita a preguntarme, con esta parábola, en que grupo de los mencionados estoy yo y que debo hacer para dar más fruto.