Libro de Jeremías 1,17-19.
En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. No te dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos.
Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y a sus jefes, a sus sacerdotes y al pueblo del país.
Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-«.
Comentario: Hoy celebramos la memoria del Martirio de San Juan Bautista, pero como hace poco comenté esa lectura me he fijado especialmente en la primera, en la cual bien podíamos vernos reflejados todos aquellos que de corazón sincero seguimos a Dios o al menos lo intentamos escudriñando en sus enseñanzas y en la guía de la Iglesia. De esta manera, hemos sidos llamados por Dios, para anunciar el Evangelio de palabras y de obras, no siempre acertamos, porque contra quién más combate, precisamente, el Diablo y las potestades celestes del mal, los espíritus que están en el aire, es precisamente -como nos decía S. Pablo- con aquellos que pretenden llevar una vida coherente con las enseñanzas Evangélicas. También combatimos contra los poderes terrenales que buscan un trono perecedero y efímero en la tierra, un reino hecho de vanidad y codicia, de idolatría al hombre y sus perversas ideologías en oposición abierta a la Verdad que solo puede proceder de Dios, porque él solo la posee. Nosotros hoy, como la Iglesia perseguida en Nicaragua y en tantos otros lugares del planeta, estamos llamados por Dios a dar la cara, a ser valientes, con sólo el poder de la palabra y en clara desventaja e indefensión, frente al poder de las armas y las leyes que hacen los gobiernos, a propósito, para combatir la luz de Dios y que su maldad y perversión no quede al descubierto. Hoy frente a tanta ignominia y padecimientos humanos a causa de los que gobiernan el mundo, nos reconforta oír estás palabras de Jeremías con las que concluye está lectura: «ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-«.»
El Señor ya nos ha librado de las garras del peor enemigo, el Enemigo del alma, pero también lo hará, atendiendo a las palabras de San Pablo, de los poderes terrenales porque aunque estos den muerte al cuerpo, Jamás podrán dar muerte al alma. Jesús nos asegura como al buen ladrón que el nombre de sus fieles y leales; es decir su vida; la vida de los que hemos creído y combatido en está dura batalla, está inscrito en el Cielo para gloria de Dios y premio nuestro con Vida Eterna.