Hoy Jesús nos habla de los últimos, de los excluidos y proscritos como consecuencia de su fe y su testimonio por el Reino del Hijo de Dios, porque ellos serán, como lo fue el mismo Jesús, recompensados con una corona de gloria, una corona Eterna que no se marchita; para recibir, en abundancia y sin límites, todo lo que aquí en la tierra les correspondía y que a causa del mal uso de la libertad, con maldad y en ocasiones también con alevosía, le negaron sus mismos conciudadanos. Como hemos dicho, Dios respeta la libertad que Él mismo otorgó a los hombres. Dios, por tanto, respeta sus propias leyes, no actúa como un mago, a impulsos, por capricho o por necesidad de ser admirado, sin embargo, Dios es un Dios de Justicia y la Justicia solo brota del corazón que ama, y es por ello que, finalmente, dará a cada uno la recompensa que por sus obras haya levantado, si es que antes, claro, no se arrepiente para que Dios actúe en su misericordia, como así lo demostró Jesús a lo largo de su vida con pecadores como uno de los dos ladrones con él crucificado o con la mujer adúltera.
Hoy por tanto, Jesús con sus palabras, nos lleva a hacer un examen de conciencia, porque los justos por su causa -entre ellos los profetas- claman justicia desde el corazón del Padre, y puede que nosotros, desdé nuestro corazón descarnado por los celos y la envidia, cuando no por nuestra insensibilidad, egoísmo o comodidad, los estemos apartando, rechazando, en ocasiones hasta destruyendo, para no oír esa voz del profeta que, no busca acusarnos, sino todo lo contrario, nuestra salvación como Jesús, y un lugar, también, para todos aquellos que ahora a causa de nuestro egoísmo son privados de los recursos que Dios puso en la Tierra para todos, porque todos para Dios, sin excepción somos el legado de su creación y llamados a participar de sus bienes; el más preciado de todos el de ser sus hijos adoptivos por el bautismo y herederos del Reino Eterno de Dios, por la sangre que Cristo pagó por este mismo pecado y por otros.
Así pués podré matar o apartar al que da testimonio de Dios y pone mi conciencia frente a un espejo, pero no por eso voy a escapar de la Justicia de Dios que lo ve todo y da a cada uno según sus obras.