Bienaventurada Virgen María de los Dolores, Memoria
El Evangelio del día
Evangelio según San Juan 19,25-27.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».
Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Comentario:
Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157)
abad cisterciense
1er sermón para el día de la Asunción; PL 185A, 187
«Ahí tienes a tu madre»
Maria ha engendrado un hijo; y tal como es el Hijo único del Padre de los cielos, es el hijo único de su madre en la tierra… Sin embargo, esta sola virgen madre, que ha tenido la gloria de dar a luz al Hijo único de Dios, abraza a este mismo Hijo en todos los miembros de su Cuerpo (todos los bautizados hijos a la vez de la Iglesia) y no se avergüenza de ser llamada la madre de todos aquellos en quienes ella reconoce a Cristo ya formado o a punto de serlo. Eva, que antaño legó a sus hijos la condena a muerte incluso antes que nacieran, ha sido llamada «la madre de los vivientes» (Gn 3,20)… Pero puesto que no realizó el sentido de su nombre, es María la que realiza el misterio (dicha misión solo alcanzable desde la fe). Como la Iglesia, de la cual ella es símbolo, es la madre de todos los que renacen a la vida. Es, verdaderamente, la madre de la Vida que da vida a todos los hombres; y engendrándola, en alguna manera, regenera a todos los que van a vivir de ella…
Esta bienaventurada madre de Cristo, que se sabe madre de los cristianos en razón de su misterio, muestra ser también su madre por su solicitud para con ellos y por el afecto que les demuestra. No es dura para con ellos como si no fueran suyos. Sus entrañas, fecundadas una sola vez pero no agotadas, no dejan de dar a luz al fruto de la bondad. «El fruto bendito de tu vientre» (Lc 1,42), dulce madre, te ha llenado de una bondad inagotable: nacido de ti una sola vez, permanece en ti para siempre.
Oración: Hoy la Iglesia nos presenta este hermoso salmo recordando especialmente a los que sufren persecución por dar testimonio de su fe, como el mismo Jesús la padeció por dar testimonio del Padre y de su misma Divinidad.
Salmo 31(30),2-3a.3bc-4.5-6.15-16.20.
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Sé para mí una roca protectora,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen.
¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti, en la presencia de todos.