Sábado de la 6a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 9,2-13.
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.
Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo».
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos».
Y le hicieron esta pregunta: «¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?».
Jesús les respondió: «Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado?
Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito».
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
San Juan Damasceno (c. 675-749)
monje, teólogo, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la Transfiguración del Señor, 18; PG 96, 573
«Este es mi Hijo amado»
«Una voz desde la nube dijo: ‘Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto; ¡escuchadlo!’» (Mt 17,5). Estas son las palabras del Padre salidas de la nube del Espíritu: «Este es mi Hijo, el amado, este que es hombre y tiene la apariencia de un hombre. Ayer se hizo hombre. Vivió humildemente entre vosotros; ahora su rostro resplandece. Este es mi Hijo, el amado, él es anterior a todos los siglos. Él es el hijo único del Dios único. Engendrado por mí, el Padre, fuera del tiempo y eternamente. No ha llegado a la existencia después de mí, sino que desde toda la eternidad es mío, está en mí y conmigo»… Es por la benevolencia del Padre que su Hijo único, su Verbo, se ha hecho carne. Es por su benevolencia que el Padre ha llevado a término, en su Hijo único, la salvación del mundo entero. Es la benevolencia del Padre la que ha hecho que todas las cosas estén unidas en su Hijo único... Verdaderamente, el Amo de todas las cosas, el Creador que gobierna el universo, se ha complacido en unir en su Hijo único la divinidad y la humanidad y, por ésta a toda criatura «para que Dios sea todo en todos» (1C 15,28). «Este es mi Hijo amado, 'el resplandor de mi gloria, la impronta de mi sustancia' por quien también he creado a los ángeles, por quien el cielo ha sido consolidado y la tierra establecida. Él sostiene el universo con su palabra poderosa (Hb 1,3) y con el aliento de su boca, es decir, el Espíritu que guía y da vida. Escuchadle, porque el que le recibe, a mi me recibe (Mc 9,37), a mi que lo he enviado no en virtud de mi poder soberano, sino a la manera de un padre. En efecto, en cuanto que es hombre ha sido enviado, pero en tanto que Dios, permanece en mí y yo en él... Escuchadle, porque tiene palabras de vida eterna (Jn 6,68)».