Sábado de la 3a semana de Pascua
El Evangelio del día
Evangelio según San Juan 6,60-69.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».
Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».

Concilio Vaticano II
Constitución dogmática sobre la Divina Revelación (Dei Verbum), § 24-26
“Tú tienes palabras de vida eterna”
La Sagrada Escritura contiene la palabra de Dios, y en cuanto inspirada es realmente palabra de Dios; por eso la Escritura debe ser el alma de la teología. El ministerio de la palabra, que incluye la predicación pastoral, la catequesis, toda la instrucción cristiana y en puesto privilegiado la homilía, recibe de la Escritura alimento saludable y por ella da frutos. (…)

El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran “la ciencia suprema de Jesucristo” (Flp 3,8), pues “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo (S. Jerónimo). Acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o bien en otras instituciones o con otros medios que para dicho fin se organizan hoy por todas partes con aprobación o por iniciativa de los Pastores de la Iglesia. Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras” (S. Ambrosio). (…)

Que de este modo, por la lectura y estudio de los Libros sagrados, “se difunda y brille la palabra de Dios” (2Tes 3,1); que el tesoro de la revelación encomendado a la Iglesia vaya llenando los corazones de los hombres. Y como la vida de la Iglesia se desarrolla por la participación asidua del misterio eucarístico, así es de esperar que recibirá nuevo impulso de vida espiritual con la redoblada devoción a la palabra de Dios, “que dura para siempre” (Is 40,8; 1P 1,23).

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

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