¿Que es lo que más te diferencia de un animal?

️️En una conferencia, un estudiante universitario preguntó a la antropóloga Margaret Mead, cuál consideró que era el signo más antiguo de civilización en una cultura.

El estudiante esperaba que Mead hablara de lanzas, ollas de arcilla o piedras de moler. Pero no, Mead respondió que el primer signo de civilización en una cultura antigua era un fémur que había sido roto y luego curado.

Mead explicó que en el reino animal, si te rompes una pierna, mueres. No puedes huir del peligro, ir al río a beber o buscar comida. Eres una presa fácil para los depredadores y saqueadores. Ningún animal sobrevive a una pierna rota el tiempo suficiente para que el hueso se cure.

Un fémur roto y curado es evidencia de que alguien se dio al trabajo de quedarse con quién se lo rompió, apretó la herida, lo llevó a un lugar seguro y ayudó a recuperarse. Mead dijo que ayudar a alguien necesitado es donde comienza la civilización de nuestra especie.

Por la respuesta de la antropóloga vemos que el ser humano está involucionando porque ni siquiera le queda un mínimo de compasión para proteger a los propios hijos que engendra, algo que ni siquiera sucede en el reino animal que trata de protegerlos y sacarlos adelante incluso en su estado embrionario como sucede con los huevos de las aves.

Ayúdame porque tengo poca fe.

Lunes de la 7a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 9,14-29.
Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas.
En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo.
El les preguntó: «¿Sobre qué estaban discutiendo?».
Uno de ellos le dijo: «Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo.
Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron».
«Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuando estaré con ustedes? ¿Hasta cuando tendré que soportarlos? Tráiganmelo».
Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca.
Jesús le preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que está así?». «Desde la infancia, le respondió,
y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos».
«¡Si puedes…!», respondió Jesús. «Todo es posible para el que cree».
Inmediatamente el padre del niño exclamó: «Creo, ayúdame porque tengo poca fe».
Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más».
El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: «Está muerto».
Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie.
Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?».
El les respondió: «Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración».
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Beato Columba Marmion (1858-1923)
abad

Vivir de la fe (Le Christ idéal du prêtre, Maredsous, 1951),
“Creo, ayúdame porque tengo poca fe”
Para creer, es necesaria la acción de la gracia y de la voluntad. Lean el Evangelio. Sus contemporáneos han podido tocar a Jesús, escucharlo. Sus sentidos lo captaban, la razón mostraba que era un hombre eminente, de gran virtud. Pero para penetrar hasta el santo de santos del ser divino y creer que era el verdadero Hijo de Dios, además de milagros y profecías, era necesario un don de la gracia. Jesús lo afirmó “porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo”. Y en otra ocasión “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió” (Jn 6,44). La fe nos viene de lo Alto. Nosotros, teniendo ese don de Dios, debemos pedir su crecimiento: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe” (Mc 9,24). Las tentaciones contra la fe siempre son posibles, pero ellas se convierten en un estimulo de la oración. Ellas rinden nuestra fe más viva y podemos apreciar mejor su carácter sobrenatural y gratuito. (…) Aprendamos a utilizar estas vacilaciones, adhiramos con más conciencia y firmeza a Cristo y su mensaje.

¿Seguro que ojo por ojo y diente por diente?

7o domingo del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Mateo 5,38-48.
Jesús, dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.
Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;
y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.

La alegría de creer (La joie de croire, Seuil, 1968),
“Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,48)
En la medida que un cristiano profesa su fe y trata de vivirla, deviene insólito tanto para los creyentes como para los no creyentes. (…) Lo insólito del cristiano es simplemente su semejanza a Jesucristo, semejanza a Jesucristo incorporada a un hombre por el bautismo y que, atravesando su corazón, llega a flor de piel. (…) No sólo cree en Dios, sino que lo debe amar como un hijo ama a un padre amante y todopoderoso, a la manera de Cristo. (…) No sólo ama a su prójimo como a si-mismo, sino que debe amarlo “como Cristo nos amó”, a la manera de Cristo. (…) No sólo es hermano de su prójimo, sino del prójimo universal. (…) No sólo da sino que comparte, presta pero no reclama, está disponible para lo que le piden y para más de lo que le piden. (…) No sólo hermano de los que lo aman, sino también de sus enemigos. No sólo soporta los golpes, sino que no se aleja del que lo golpea. No sólo no devuelve el mal, sino que perdona, olvida. No sólo olvida, sino que cuando le hacen un mal, devuelve un bien. No sólo sufre y es puesto a muerte por algunos, sino que muere sufriendo para ellos. No sólo una vez sino cada vez. (…) No sólo compartiendo lo que es de él o está en él, sino dando lo único que Dios le ha dado como propio: su propia vida. (…) No sólo es feliz porque vive gracias a Dios y por Dios, sino porque vivirá y hará vivir a sus hermanos con Dios, para siempre.

Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.

Sábado de la 6a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 9,2-13.
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.
Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo».
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos».
Y le hicieron esta pregunta: «¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?».
Jesús les respondió: «Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado?
Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito».
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Juan Damasceno (c. 675-749)
monje, teólogo, doctor de la Iglesia

Homilía sobre la Transfiguración del Señor, 18; PG 96, 573
«Este es mi Hijo amado»
«Una voz desde la nube dijo: ‘Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto; ¡escuchadlo!’» (Mt 17,5). Estas son las palabras del Padre salidas de la nube del Espíritu: «Este es mi Hijo, el amado, este que es hombre y tiene la apariencia de un hombre. Ayer se hizo hombre. Vivió humildemente entre vosotros; ahora su rostro resplandece. Este es mi Hijo, el amado, él es anterior a todos los siglos. Él es el hijo único del Dios único. Engendrado por mí, el Padre, fuera del tiempo y eternamente. No ha llegado a la existencia después de mí, sino que desde toda la eternidad es mío, está en mí y conmigo»… Es por la benevolencia del Padre que su Hijo único, su Verbo, se ha hecho carne. Es por su benevolencia que el Padre ha llevado a término, en su Hijo único, la salvación del mundo entero. Es la benevolencia del Padre la que ha hecho que todas las cosas estén unidas en su Hijo único... Verdaderamente, el Amo de todas las cosas, el Creador que gobierna el universo, se ha complacido en unir en su Hijo único la divinidad y la humanidad y, por ésta a toda criatura «para que Dios sea todo en todos» (1C 15,28). «Este es mi Hijo amado, 'el resplandor de mi gloria, la impronta de mi sustancia' por quien también he creado a los ángeles, por quien el cielo ha sido consolidado y la tierra establecida. Él sostiene el universo con su palabra poderosa (Hb 1,3) y con el aliento de su boca, es decir, el Espíritu que guía y da vida. Escuchadle, porque el que le recibe, a mi me recibe (Mc 9,37), a mi que lo he enviado no en virtud de mi poder soberano, sino a la manera de un padre. En efecto, en cuanto que es hombre ha sido enviado, pero en tanto que Dios, permanece en mí y yo en él... Escuchadle, porque tiene palabras de vida eterna (Jn 6,68)».

¿Quieres salvar tu vida?

17 Febrero
Viernes de la 6a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 8,34-38.9,1.
Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?
¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles».
Y les decía: «Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder».
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Carlos de Foucauld (1858-1916)
ermitaño y misionero en el Sahara

Cartas (Écrits spirituels de Charles de Foucauld, ermite au Sahara, apôtre des touaregs, Gigord, 1964),
“El que quiere seguirme, que tome su cruz y me siga”
¡Tratemos de ser uno con Jesús, de reproducir Su vida en la nuestra, gritar Su doctrina sobre los techos -con nuestros pensamientos, palabras, acciones- y hacerlo reinar y vivir en nosotros! ¡Tan frecuentemente Él viene a nosotros en la Santa Eucaristía! ¡Qué establezca en nosotros Su Reino!… Si nos da alegrías, aceptemos con reconocimiento. El Buen Pastor nos ofrece esas suaves hierbas para fortificarnos y hacernos luego capaces de seguirlo en los caminos áridos…Si tenemos cruces, besémoslas: la “santa cruz” es la gracia de las gracias, caminemos más que nunca con nuestra mano en la mano de Jesús. Aliviemos a Jesús llevando la cruz como Simón de Cirene. Nuestro Bien Amado nos invita a declararle y probarle nuestro amor…Penas del alma, sufrimiento del cuerpo, “¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo!” (Lc 6,23). Jesús nos llama, nos dice de confesarle nuestro amor y repetírselo el tiempo que dure nuestro sufrimiento…Toda cruz, pequeña o grande, toda contrariedad, son un llamado del Bien-Amado y Él nos pide una declaración de amor por el tiempo que dure la cruz… (…) Su Voluntad, mi hermano Jesús, y no la nuestra…Nosotros no queremos pensar en nosotros, tal como si no existiéramos. Sólo pensaremos en Usted, nuestro Esposo Bien-Amado. No pedimos nada para nosotros, le pedimos Su gloria “Que Su nombre sea santificado, que Su Reino venga, que Su voluntad sea hecha” en todos Sus hijos, en todos los hombres, en nosotros. Que lo glorifiquemos lo más posible durante nuestra vida…Que hagamos Su voluntad…, que consolemos lo más posible Su Corazón… Es todo lo que queremos, es todo lo que necesitamos…

¿Y tú quién dices que soy yo?

Jueves de la 6a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 8,27-33.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas».
«Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro respondió: «Tú eres el Mesías».
Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días;
y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».

Comentario: Liturgia latina
Himno de maitines del tiempo de Pasión: «Pange, lengua, gloriosi»
» Por primera vez él los enseñó que el Hijo del hombre tiene que sufrir «
Canta, mi voz, la victoria
Cuyo triunfo es la cruz;
Di el triunfo y la gloria
Que resplandecen de este madero;
Narra la noble historia
Del Cordero vencedor y rey.

Dios, desde que creó al hombre,
Lloró la falta de Adán;
Pero si el árbol ha hecho la manzana
Que mató a nuestros dos padres,
El árbol traerá el bálsamo
Que curará nuestros tormentos.

Para salvar a toda justicia,
Precisaba al Creador
Que el pérfido artificio
Coja en la trampa al mentiroso
Y que la savia del vicio
Se convierta en fuente de felicidad.

En el tiempo querido por el Padre,
Dejando el castillo del cielo,
El Hijo, que creó la tierra,
Vino al seno maternal
Abrigo de un casto misterio,
Y reviste su cuerpo mortal.

Acostado en el austero pesebre
Es frágil y gime
De lienzos la Virgen María
Viste al Dios naciente;
En las vendas ciñe
Las manos y pies del Niño.

Que una alabanza eterna
Suba hasta la Trinidad;
Honor y gloria inmortal
A los Tres en su Unidad;
Que la tierra entera
Celebre su realeza. Amén.

Señor haz que vea con los ojos del corazón

Miércoles de la 6a semana del Teimpo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 8,22-26.
Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara.
El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: «¿Ves algo?».
El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan».
Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».

Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina

Ejercicios espirituales, n°6; SC 127
«Entonces lo verás, y quedarás radiante » (Is 60,5)
¿Cuál será mi felicidad, Dios mío, cuál será mi alegría, cuál será mi júbilo, cuando me descubras la belleza de tu divinidad y cuando mi alma te vea cara a cara?… Entonces, alma mía, » verás y estarás en la abundancia, tu corazón se admirará y se dilatará, cuando recibas multitud de riquezas «,de delicias, y la magnificencia de la gloria » de este mar » inmenso de la Trinidad, digna para siempre de adoración; cuando » recibas la fuerza de las naciones » que » el Rey de reyes y el Señor de los señores » (Is 60,5; 1Tm 6,15), por la fuerza de su brazo, ha librado de la mano del enemigo; cuando te cubras de inmensa misericordia y caridad divina …Entonces la copa de la visión te será presentada y te embriagarás (Sal. 22,5 tipos de Vulg) - es la copa embriagadora y sublime de la gloria del rostro divino. Beberás " del torrente de las delicias " (Sal. 35,9) de Dios cuando la misma fuente de la luz te colme eternamente de su plenitud. Entonces verás los cielos totalmente llenos de la gloria del Dios que los habita, y este Astro virginal que, después de Dios, ilumina todo el cielo de su luz purísima [María], y las obras admirables de los dedos de Dios [los santos: Gn 2,7] y " estas estrellas de la mañana " que siempre están ante el rostro de Dios con tanta alegría y que lo sirven [los ángeles: Jb 38,7; Tb 12,15]. ¿Dios de mi corazón y mi herencia elegida (Sal. 72,26), por desgracia, cuánto tiempo todavía mi alma se verá privada de la presencia de tu rostro tan dulce?... Por gracia, hazme ir rápidamente hacia ti, Dios " fuente de vida " (Sal. 36,10), con el fin de que en ti tenga la vida eterna para siempre. Rápidamente " muéstrame tu rostro " (Sal. 30,17) con el fin de que felizmente te vea cara a cara. Rápido, sí, rápidamente, muéstrateme tú mismo, con el fin de que me regocije en ti, en la dicha, eternamente.

Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen

Evangelio según San Marcos 8,14-21.
Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca.
Jesús les hacía esta recomendación: «Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes».
Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.
Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida.
Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan
cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?». Ellos le respondieron: «Doce».
«Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?». Ellos le respondieron: «Siete».
Entonces Jesús les dijo: «¿Todavía no comprenden?».

San Anselmo (1033-1109)
benedictino, arzobispo de Canterbury, doctor de la Iglesia

«¿Y no acabáis de entender?»
Yo no puedo ver, Señor, tu luz: es demasiado brillante para mi vista. Y sin embargo, todo lo que veo, es gracias a tu luz que puedo distinguirlo, de la misma manera que nuestro frágil ojo ve, gracias al sol, todo lo que percibe y, sin embrago, no puede mirar al mismo sol directamente.

Mi inteligencia se queda impotente ante tu luz; es demasiado brillante. El ojo de mi alma es incapaz de recibirla, y no puede soportar estar largo tiempo mirándola fijamente. Mi mirada se queda herida por su resplandor, la sobrepasa su extensión; se pierde en su inmensidad y queda confusa ante su profundidad.

¡Oh luz soberana e inaccesible! ¡Verdad total y bienaventurada! ¡Cuán lejos estás de mí y, sin embargo, me eres muy cercana! Escapas casi enteramente a mi vista, siendo así que yo estoy enteramente bajo tu mirada. Por todas partes reluce la plenitud de tu presencia, y yo no te veo. Es en ti que actúo y que tengo mi existencia y, sin embargo, no puedo lograr llegar hasta ti. Tú estás en mí, alrededor de mí y, sin embargo, no puedo verte con mi mirada.

Los sabios caían, perdiendo la fe en la verdad.

Lunes de la 6a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 8,11-13.
Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo.
Jesús, suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo».
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia

Libro XIV
Constatando su humanidad, no podía creerlo su Creador.

Los sabios caían, perdiendo la fe en la verdad. También lo podemos decir de los tontos, ya que los Fariseos y Doctores de la Ley despreciaban al Señor y la multitud seguía su incredulidad. Ella veía en Él al hombre, despreciando las enseñanzas del Redentor del mundo. (…) Sin embargo, dejando a los sabios y ricos de este mundo, nuestro Redentor vino a buscar a los pobres y los locos. También dice, al crecer su dolor “Los tontos me desprecian”. Es decir: He sido despreciado por los mismos que quise sanar, asumiendo la locura de mi predicación. La Escritura revela: “En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación” (1Cor 1,21). El Verbo es la sabiduría de Dios y lo que se llamó locura de esta sabiduría es la carne del Verbo. Delante de la impotencia de los hombres carnales para llegar a la sabiduría de Dios con la prudencia de su carne, es con la locura de la predicación, con la carne del Verbo, que quiso sanarlos. Declara entonces: “Los tontos también me desprecian”. Es como decir abiertamente: Soy despreciado por los mismos que quise salvar, sin temor a pasar por un loco. El pueblo, observando los milagros de nuestro redentor, delante de esos signos lo honraba diciendo: “He aquí Cristo”. Pero constatando la debilidad de su humanidad no podía creerlo su creador diciendo: “Engaña al pueblo” (Jn 7,12). Por eso podía agregar: “Cuando me levanto, se burlan de mí” (Jb 19,18).

Jesús el pan de vida que sacia

Sábado de la 5a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 8,1-10.
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer.
Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos».
Los discípulos le preguntaron: «¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?».
El les dijo: «¿Cuántos panes tienen ustedes?». Ellos respondieron: «Siete».
Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud.
Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado.
Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió.
En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.

San Ambrosio (c. 340-397)
obispo de Milán y doctor de la Iglesia

Comentario al evangelio de Lucas, VI, 73-88
«Si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino»
Señor Jesús, sé muy bien que no quieres dejar en ayunas a esas gentes aquí conmigo, sino alimentarles con el pan que les distribuyas; así, fortificados con tu alimento, no temerán desfallecer de hambre. Sé muy bien que tampoco a nosotros nos quieres enviar en ayunas… Tú lo has dicho: no quieres que desfallezcan por el camino, es decir, que desfallezcan a lo largo del camino de esta vida, antes de llegar al término de la ruta, antes de llegar al Padre y comprender que tú vienes del Padre…

El Señor tiene compasión, a fin de que nadie desfallezca por el camino… Igual que hace llover sobre justos e injustos (Mt 5,45), nutre tanto a los justos como a los injustos. ¿No es, acaso, gracias a la fuerza del alimento recibido que el profeta Elías, desfallecido en el camino, pudo caminar cuarenta días? (1R 19,8). Este alimento se lo dio un ángel; pero a vosotros es el mismo Cristo quien os alimenta. Si conserváis el alimento así recibido, seréis capaces de caminar no cuarenta días y cuarenta noches…, sino durante cuarenta años, desde la salida de vuestros confines de Egipto hasta vuestra llegada a la tierra de la abundancia, la tierra que mana leche y miel (Ex 3,8)…

Cristo comparte los víveres, y quiere, sin duda alguna, dar a todos. No rechaza a nadie sino que provee a todos. Sin embargo, cuando parte los panes y los da a sus discípulos, si no tendéis la mano para recibir vuestro alimento, vais a desfallecer durante el camino… Este pan que parte Jesús, es el misterio de la palabra de Dios: cuando se distribuye, aumenta. Tan sólo con unas pocas palabras Jesús ha dado a todos los pueblos un alimento superabundante. Nos ha dado sus palabras como panes, y mientras los saboreamos, se multiplican más en nuestra boca… Mientras las multitudes comen, siguen aumentando los pedazos de pan de tal manera que, los restos, al final, son muchos más que los panes compartidos.

Sobre toda cosa cuida tu corazón, porque de él emana la vida.

Ama más y es más constante aquel que obra por amor que el que lo hace por miedo al castigo. Que el Señor nos de la luz y él valor necesario para reconocer la belleza, la verdad y la sabiduría que hay en sus palabras para adherirnos a ellas libremente.

Miércoles de la 5a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
San Marcos 7,14-23.
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.
¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!».
Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola.
El les dijo: «¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo,
porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?». Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.
Luego agregó: «Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro.
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,
los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre».

San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella

De la perfección, VII (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad.sc©evangelizo.org
La perfección de un corazón puro
De veras es diferente odiar la mancha de los vicios y de la carne -porque se gusta el bien que está presente- a frenar las concupiscencias ilícitas en vista de la recompensa futura. Es distinto el temer un daño presente y el atemorizarse por los tormentos a venir. Es una perfección mucho más grande no querer alejarse del bien por amor al bien mismo, que no consentir al mal por miedo de sufrir otro mal. En el primer caso el bien es voluntario, en el segundo caso parece forzado, como arrancado con lucha contra una resistencia, por temor al suplicio o por apetito a la recompensa. En consecuencia, el que renuncia a las seducciones del vicio sólo por miedo, en cuanto desaparece el temor retorna al objeto de sus deseos. No tiene estabilidad en el bien. No tiene tampoco reposo en cuanto a la tentación porque no posee la paz sólida constante, otorgada por la castidad. Dónde reina el tumulto de la guerra, es imposible escapar al riesgo de ser herido. (…) Al contrario, el que ha superado los asaltos del vicio y goza desde entonces de la seguridad de la paz, está transformado en amor a la misma virtud. Permanecerá constante en el bien al que pertenece enteramente, ya que no existe a sus ojos más sensible daño que atente a la castidad de su alma. La pureza que tiene en el presente es su más querido y precioso tesoro. El castigo más grave sería ver perniciosamente robadas las virtudes o probar la mancha envenenada del vicio.

¡Todo lo hiciste con sabiduría!

Salmo 104(103),1-2a5.6-7.10.12.24.35c.
Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
y te envuelves con un manto de luz.
Afirmaste la tierra sobre sus cimientos:
¡no se moverá jamás!

El océano la cubría como un manto,
las aguas tapaban las montañas;
pero tú las amenazaste y huyeron,
escaparon ante el fragor de tu trueno.
Haces brotar fuentes en los valles,
y corren sus aguas por las quebradas.

Las aves del cielo habitan junto a ellas
y hacen oír su canto entre las ramas.
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
¡Todo lo hiciste con sabiduría,
la tierra está llena de tus criaturas!
¡Bendice al Señor, alma mía!

Evangelio según San Marcos 6,53-56.
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.
Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,
y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.
En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.

Comentario: Santa Faustina Kowalska (1905-1938)
religiosa

Diario, 949 – 950
“Todos los que tocaron la franja de su manto, quedaron sanos”
Misericordia divina, que nos acompañas toda la vida, confío en ti.
Misericordia divina, que nos rodeas particularmente en la hora de la muerte, confío en ti.
Misericordia divina, que nos das la vida eterna, confío en ti.
Misericordia divina, presente en cada instante de nuestra vida, confío en ti.
Misericordia divina, que nos proteges del fuego del infierno, confío en ti.
Misericordia divina, que conviertes a los pecadores recalcitrantes, confío en ti.
Misericordia divina, maravilla para los ángeles, inconcebible para los santos, confío en ti.
Misericordia divina, insondable en todos, los misterios divinos, confío en ti.
Misericordia divina, que nos levantas de toda miseria, confío en ti.
Misericordia divina, fuente de nuestra felicidad y nuestro gozo, confío en ti.
Misericordia divina, que nos llamas de la nada a la existencia, confío en ti.
Misericordia divina, que sostienes en tus manos cuanto existe, confío en ti.
Misericordia divina, que coronas todo lo que existe y existirá, confío en ti.
Misericordia divina, en la cual estamos sumergidos, confío en ti.
Misericordia divina, dulce quietud de los corazones atormentados, confío en ti.
Misericordia divina, la sola esperanza de las almas desesperadas, confío en ti.
Misericordia divina, descanso de los corazones, paz en el espanto, confío en ti.
Misericordia divina, delicia y maravilla de las almas santas, confío en ti.
Misericordia divina, que nos das la esperanza contra toda esperanza, confío en ti.

Oh Dios eterno, en quien la misericordia es insondable e inagotable el tesoro de la compasión, míranos con bondad y llénanos de tu misericordia a fin de que en los momentos difíciles no desesperemos jamás, no perdamos el valor, sino que nos sometamos con total confianza a tu santa voluntad ya que es el mismo amor y misericordia

Sin que nadie la buscase ha bajado del cielo

Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el recto sendero,
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:

tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza

y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,

por muy largo tiempo.

Evangelio según San Marcos 6,30-34.
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

San Cesáreo de Arlés (470-543)
monje y obispo

Sermón Morin 26, 2-5; PLS IV*, 297-299
“Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos”
La auténtica misericordia que está en los cielos (Sal 35,6) es Cristo, Nuestro Señor. ¡Cuán suave y qué buena es la misericordia que, sin que nadie la buscase, ha bajado del cielo y se ha abajado para levantarnos a nosotros!…

Cristo nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo, como él mismo nos lo dice en el evangelio: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo.” (Mt 28,20) Hermanos, ved su bondad; está ya a la derecha del Padre y quiere seguir viviendo con nosotros en la tierra. Con nosotros quiere pasar hambre y sed, quiere sufrir con nosotros, padecer exilio con nosotros, incluso no rechaza estar prisionero y morir con nosotros (Mt 25,35ss)… Mirad qué amor nos tiene; en su inefable ternura quiere sufrir en nosotros todos estos males.

Sí, la auténtica misericordia venida del cielo, Nuestro Señor Jesucristo, te creó de la nada, te buscó cuando andabas perdido, te ha rescatado cuando fuiste vendido… Todavía ahora, Cristo se digna incorporarse cada día a la humanidad. Desgraciadamente, no todos los hombres le abren la puerta de su corazón.

Perseverar en el amor

03 Febrero
1ra lectura:
Carta a los Hebreos 13,1-9a.
Perseveren en el amor fraternal.
No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles.
Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo.
Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros.
No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré.
De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres?
Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe.
Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre.
No se dejen extraviar por cualquier clase de doctrinas extrañas. Lo mejor es fortalecer el corazón con la gracia, no con alimentos que de nada aprovechan a quienes los comen.

Salmo 27(26),1.3.5.8c-9abc.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.

Sí, él me cobijará en su Tienda de campaña
en el momento del peligro;
me ocultará al amparo de su Carpa
y me afirmará sobre una roca.

Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda.

Evangelio según San Marcos 6,14-29.
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos:
Otros afirmaban: «Es Elías». Y otros: «Es un profeta como los antiguos».
Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado».
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano».
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré».
Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?». «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Comentario: Misal Romano
Prefacio para la Natividad y el Martirio de san Juan Bautista
Juan Bautista, testimonio de Cristo por todo en su vida
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Y al celebrar hoy la gloria de Juan Bautista,
precursor de tu Hijo
y el mayor de los nacidos de mujer,
proclamamos tu grandeza.
Porque él saltó de alegría en el vientre de su madre,
al llegar el Salvador de los hombres,
y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos.
Él fue escogido entre todos los profetas
para mostrar a las gentes
el Cordero que quita el pecado del mundo.
Él bautizó en el Jordán al Autor del bautismo,
y el agua viva tiene, desde entonces,
poder de salvación para los hombres.
Y él dio, por fin, su sangre
como supremo testimonio por el nombre de Cristo.

Por eso,como los ángeles cantan en el cielo,
te aclamamos nosotros en la tierra,
diciendo sin cesar:
¡Santo, Santo, Santo, Señor, Dios del universo!

(Referencias bíblicas: Mt 11,11; Lc 1,41.14; Jn 1,29)

He aquí la causa de caída para muchos y de elevación para otros

La Presentación del Señor
El Evangelio del día
Evangelio según San Lucas 2,22-40.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

San Pablo VI
papa 1963-1978

Homilía en Nazaret. 5 de Enero de 1964
«Se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret»
Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde, y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida…¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret!; ¡cómo quisiéramos volver a empezar junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!
Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que renovará y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve. (Mt. 6,6,)
Una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; aprendamos de Nazaret lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía; aprendamos lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.
Una lección de trabajo, Nazaret la casa «del hijo del carpintero» (Mt.13,55): como quisiéramos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo, que el trabajo non puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y libertad para ejercerlo no provienen tan solo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más noble. Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles el gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas las causas justas, es decir: a Cristo, nuestro Señor.

¡A ti te lo digo, levántate!

31 Enero
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 5,21-43.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,
rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva».
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada».
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?».
Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?».
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?».
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas».
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme».
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate».
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

San Ambrosio (c. 340-397)
obispo de Milán y doctor de la Iglesia

Comentario al evangelio de Lucas, 6, 60-63; SC 45
“¡A ti te lo digo, levántate!”
Antes de resucitar a la niña, para suscitar la fe de la gente, Jesús comienza por curar a la mujer aquejada de flujo de sangre. Este flujo cesa para nuestra instrucción: cuando Jesús se acerca a la mujer, ésta ya queda curada.

Lo mismo, para creer en nuestra vida eterna celebramos la resurrección temporal del Señor que siguió a su pasión… Los criados de Jairo que le dicen “no molestes al Maestro”, no creen en la resurrección anunciada en la Ley y realizada en el evangelio. Así, cuando Jesús llega a la casa, lleva consigo a pocos testigos de la resurrección que va a realizar: en un principio no ha sido la multitud la que ha creído en la resurrección. La gente se mofaba de Jesús cuando declara: “La niña no está muerta, duerme”. Los que no creen se mofan. Que lloren, pues, a sus muertos los que creen que están muertos. Cuando se cree en la resurrección, no se ve en la muerte un final sino un descanso…Y Jesús, tomando a la niña de la mano, la cura; luego les dice que le den de comer. Es un testimonio de la vida para que nadie crea que se trata de una ilusión sino que es la realidad. ¡Feliz la niña a quien la Sabiduría toma de la mano! Quiera Dios que nos tome también de la mano en nuestras acciones. Que la Justicia sostenga mi mano; que el Verbo de Dios la tome, que me introduzca en su intimidad y aparte mi espíritu de todo error y me salve. Que me dé de comer el pan del cielo, el Verbo de Dios. Esta Sabiduría que ha puesto sobre el altar los alimentos del cuerpo y de la sangre del Hijo de Dios ha declarado: “Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado” (Prov. 9,5)

Él puede hacer por nosotros, en medio o al fin de la carrera,

Lunes de la 4a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 5,1-20.
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro.
El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.
Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.
Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él,
gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!».
Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!».
Después le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». El respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.
Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos».
El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.
Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido.
Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.
Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.
Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.
Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti».
El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

San Carlos de Foucauld (1858-1916)
ermitaño y misionero en el Sahara

Meditación sobre los evangelios, n°194
«Cuando Jesús subió a la barca, el poseído le suplicó poder seguirle, pero no lo consintió»
La verdadera, la única perfección, no es llevar tal o tal género de vida, es hacer la voluntad de Dios; es llevar el género de vida que Dios quiere, donde quiere, y de llevarlo como él mismo lo habría llevado.
Cuando nos deja la elección a nosotros mismos, entonces sí, procuremos seguirlo paso a paso, lo más exactamente posible, compartir su vida tal como fue, como lo hicieron sus apóstoles durante su vida y después de su muerte: el amor nos empuja a esta imitación. Si Dios nos deja esta elección, esta libertad, precisamente es porque quiere que despleguemos nuestras velas al viento del amor puro y que, empujados por él, » corramos tras el olor de sus perfumes» (Ct 1,4 LXX) en un exacto seguimiento, como san Pedro y san Pablo…
Y si un día Dios quiere apartarnos, por un tiempo o para siempre, de este camino, por muy bello y muy perfecto que sea, no nos turbemos ni nos asombremos. Sus intenciones son impenetrables: él puede hacer por nosotros, en medio o al fin de la carrera, lo que hizo por el Geraseno al principio. Obedezcamos, hagamos su voluntad…, vayamos donde quiera, llevemos el género de vida que su voluntad nos designe. Acerquémonos siempre a él con todas nuestras fuerzas y estemos en todos los estados, en todas las condiciones, como él mismo habría estado allí, como él se habría comportado allí, si la voluntad de su Padre le hubiera puesto allí, como nos pone allí.

Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar.

Viernes de la 3a semana del Tiempo Ordinario
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos (4,26-34)
Y decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha».
También decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,
pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra».
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

Carta a Diogneto (c. 200)
§ 6 (trad. breviario, miércoles V semana del Tiempo Pascual)
Sembrados en la tierra
Los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. (Jn 17,16) El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres. El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a lo que los odian.

El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido al cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. (1Co 15,50)…Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar.

El que no crea, se condenará.

La Conversión de San Pablo, apóstol
El Evangelio del día
Evangelio según San Marcos 16,15-18.
Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.»
El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;
podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán».

San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia

Homilía 4 sobre San Pablo, 1-2
“¿Qué tengo que hacer, Señor?”
El bienaventurado Pablo que nos reúne hoy ha iluminado al mundo entero. Cuando fue llamado se quedó ciego. Pero esta ceguera hizo de él una antorcha para el mundo. Veía para hacer el mal. En su sabiduría, Dios le volvió ciego para iluminarle para el bien. No solamente le manifestó su poder sino que le reveló las entrañas de la fe que iba a predicar. Había que alejar de él todos los prejuicios, cerrar los ojos y perder las luces falsas de la razón para percibir la buena doctrina, “hacerse loco para llegar a ser sabio” como él mismo dirá más tarde (cf 1 Cor 3,18). (…) No hay que pensar que esta vocación le ha sido impuesta. Pablo era libre para escoger. (…)Impetuoso, vehemente, Pablo tenía necesidad de un freno enérgico para no dejarse llevar por la fuga y despreciar la llamada de Dios. Dios, pues, de antemano reprimió este ímpetu, cubriéndolo con la ceguera, apaciguando su cólera. Luego, le habló. Le dio a conocer su sabiduría inefable para que reconociera a aquel que perseguía y comprendiera que no podría resistirse a su gracia. No es la privación de la luz lo que le hizo quedar ciego sino el exceso de ella. (...) Dios escogió este momento. Pablo es el primero en reconocerlo: “Pero cuando Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo.” (Gal 1,15). (...) Aprendamos, pues, de boca de Pablo, que ni él, ni nadie después de él, ha encontrado a Cristo por su propio espíritu. Es Cristo que se revela y se da a conocer, como lo dice el mismo Salvador: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (cf Jn 15,16)