La fe, no es un subterfugio como creen algunos para descargar el peso de la vida. Que si, bien, lo fuese, no solamente la contemplamos en tal manera los creyentes, sino que, también, se manifiesta como una gran tarea, un gran reto y una gran responsabilidad. Ya es un hecho demostrado, incluso empíricamente, que somos seres influenciables y que, por ello mismo, unos pagamos por los infortunios y el mal hacer de otros, sean éstos causados libremente o inconscientemente, pero así como nosotros pagamos por el pecado o la inconsciencia de los demás, también nosotros, a su vez, somos sujetos que podemos causar influjo para bien o para mal, en las personas de nuestro entorno. Dicho lo anterior, y sabiendo la doctrina y la ley, ya no estamos sujetos a la predeterminación de la inconsciencia de nuestros actos, sino a la libertad de elegir entre lo que construye y edifica al prójimo, y lo que lo destruye. Es por eso -mismo- que Jesucristo (Dios) se encarnó: no solo para morir por todos nuestros pecados, sino para hacernos conscientes; por un lado, que la salvación está en el amor y por otro, enseñarnos como amar: dando la vida por los otros, si fuese necesario. Ya, como dice en 1 Pedro cap1. 13-15, no vivís en la ignorancia: Por eso, dispónganse para actuar con inteligencia; tengan dominio propio; pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se revele Jesucristo. Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó. Por otro lado, dice Jesús: la caña cascada no la quebraré. Es decir, no dejará de la mano, a aquél que haya sido quebrantado por otro, pero éste, a su vez, al ser consciente del nuevo mandamiento de Jesús, no puede rebelarse contra su hermano o excusarse en su papel de víctima, para actuar vengativamente, pues ya no vive, como hemos dicho anteriormente, en la ignorancia a la nueva ley revelada por Jesucristo: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. El libre albedrío, por tanto, no consiste en hacer lo que me venga en gana, como se entiende el mundo. El libre albedrío, tiene que ver más bien, con proyectarse o realizarse conforme a la esencia de uno mismo. Por ejemplo, el átomo estaría faltando a su ser, si se empeñase en prescindir de uno de sus elementos; si así sucediese dejaría de ser átomo para conformarse en otra cosa. El libre albedrío del hombre es, necesariamente, afianzarse y orientarse hacia el bien, porque el hombre es esencia de Dios e imagen suya, que es Bondad Infinita. Y aunque nos influyan y nos marquen las malas acciones de otras personas, nuestra voluntad y nuestro entendimiento quedan intactos para distinguir lo bueno de lo malo, y por tanto, poder elegir en consecuencia. Solo podríamos exceptuar un caso, donde el hombre perdería su libre albedrío, y seria en el caso de esquizofrenia innata u adquirida en el tiempo, por lo cual quedaría exento de responsabilidad a falta de poder elegir libremente.
En este vídeo el doctor Ricardo Castañón, nos muestra como en el cerebro quedan marcadas para siempre, como huellas, las palabras que dirigimos a otros, en determinados contextos.

 

 

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

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