Hoy la Palabra de Dios, está cargada de simbolismo, y nos invita a la responsabilidad. En la primera lectura el profeta nos hace saber, alegóricamente, que el libro enrollado, la Palabra de Dios -como también refleja el salmo- es más dulce que la miel. Así lo certifico y así lo he experimentado en mi vida, especialmente, en los días que todo era gris a mi al rededor, y el venia a animarme y a infundirme esperanza -cuando le pedía una palabra de consolación- en las Sagradas Escrituras. En otras ocasiones, se me saltaban las lágrimas de emoción leyendo los salmos o la vida de los profetas, sobretodo, descubriendo como en cualquier acto de sus vidas hacían a Dios presente para agradarle; y como Dios, por su parte, estaba con ellos. De esas lecturas en este momento resuenan en mi interior palabras como estas: “Con cuerdas de hombre los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse comida delante de ellos”. En la lectura del evangelio observo la parte de responsabilidad de la que hacia mención al comenzar esta reflexión, no hay nada que Dios tenga en más estima que a los niños, haciéndonos ver, explícitamente, que desea fervientemente que ninguno de ellos se pierda a causa de nuestro desprecio. Dios no solo se conforma con decirnos como actuar respecto a los niños, sino que nos conmina a ser como ellos y a cambiar de vida, porque de lo contrario no gozaremos de las delicias de su Reino.
Señor haznos estar atentos para no mancillar la inocencia de los niños ni directamente menospreciándolos, ni indirectamente escandalizándolos con nuestro mal ejemplo de vida.
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