Voy a intentar rematar la faena en esta noche de suave y sedosa brisa estival, escribiendo lo que vaya aflorando del corazón al pensamiento; ya que hace, al menos, dos días que no publico nada. La jornada ha sido especialmente dura, porque madrugué para asistir, a mi compromiso con la adoración perpetua. Hoy la oración salió más fluida que otros días, y la alabanza venia a mi boca, para dar gracias a Dios por sus muchos beneficios. Como ya voy algo pasado en años, haciendo retrospectiva de lo vivido, me daba cuenta como Dios va actuando en nuestras vidas para darnos la mejor vida posible, o la vida que, al menos, nos lleve a alcanzar la meta para la que nos creó:
hacernos participes de su naturaleza divina en el cielo, de la que ya podemos participar, de alguna manera, aquí en la tierra. No es fácil vislumbrar, en el día a día de las muchas contrariedades que surgen, la mano de Dios; y a mí no es que me hayan surgido pocas a lo largo de la vida, o al menos así las vivencié yo. Es por ésto que ahora, al mirar hacia atrás, descubro como Dios tenia un proyecto sobre mi persona. El que vislumbro en el momento presente, es que todo ese trayecto recorrido hasta ahora, por tortuoso que haya sido, era para salvación mía; no solo en un futuro en la vida eterna, sino también en el momento presente. Y no hablo como un papagayo, por verdades o teorías aprendidas debido al contexto donde me he desenvuelto en algunos intervalos de mi pasado; ya que a estas alturas de la película, no ansió vanaglorias, ni cetros, ni nada de lo que puede dar el mundo, si es que realmente da algo, a lo sumo que aspiro, humanamente hablando, es a un poco de paz. Por todo lo dicho anteriormente, puedo aseverar con toda lucidez, que de haber llevado otra vida, por muy trágica que haya podido ser la mía, no creo que hubiese sobrevivido a la misma, y digo esto por el autoconocimiento que tengo de mi persona. Todo lo que ahora vislumbro y conozco como obra de Dios, viene a ser corroborado por S. Pablo cuando escribe en romanos 8: «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó». Amen.
Al releer estos versículos, se me pone, como suele decirse, la piel de gallina, me seria difícil expresar con palabras la emoción que siento en este momento, por tanto derroche de amor, de parte de nuestro Dios. Solo tengo un deseo en esta noche, pedirle perdón por un lado, y por otro, glorificarle; cantar con júbilo que Él lo llena todo, que Él lo suple todo. ¡Bendito seas Eterno Dios, que la noche te glorifique en su quietud y el Alba con su luz nos hable de tu belleza, que los niños con su alegría, sus gritos y su inocencia, nos recuerden la obra dulce de tus manos. ¡Alabado seas por siempre Dios mio, tú que todo lo puedes!
Por cierto, hoy tengo un poco de borrachera del Espíritu Santo -no se si debido a que he empezado mi preparación a la consagración a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Digo esto, porque esta tarde cuando estaba rezando el rosario con los ancianos de la residencia, sentí una paz interior y una conexión con Jesús y con María como pocas veces. Por ello, gracias ahora y por siempre, Dios mio; no permitas que jamás me separe de ti, protégeme del enemigo y de mis enemigos, Amen.