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Para algunas personas el pecado más grave y casi el único de guardar y vigilar, con toda atención, es el quinto: no matarás. Poco menos que una excusa, para saltar por encima de todas las demás reglas morales y cívicas, que, por ética y principalmente por obediencia a Dios hemos conocido a través de la predicación.
Aun así, si hacemos una reflexión profunda, se debería entender que hay muchas formas de matar, podemos aniquilar a la sociedad (a los ciudadanos), con sus prestaciones, si todo el mundo evade sus impuestos. Podemos destruir, igualmente, al prójimo con el chisme; ya que todo el mundo rechaza a la persona con mala reputación, a pesar de que sabemos que las personas pueden cambiar. Se puede aniquilar a los demás, también, con la mentira, porque después de haber cogido a varias personas en renuncio ya no sabes en quien apoyarte, con lo cual te aislas y quedas expuesto a la depresión y al abandono.

Hay múltiples formas, por consiguiente, de matar a la sociedad y al prójimo; unas veces de forma consciente y otras por omisión o falta de conocimiento. Detrás de las múltiples formas de atentar contra la integridad moral o física de nuestros hermanos se esconde el ego: al cual tenemos, primero, que conocer y, luego, contener; porque de lo contrario haremos la vida muy difícil de llevar a los demás y por extensión a nosotros mismos. La vida te devuelve simplemente lo que siembras; como dice en las Escrituras, el fruto del pecado es la muerte.

Ahora, en cambio, me quería remitir, a otro tipo de muerte aún más dolorosa y destructiva, a la que no siempre se le da la importancia que tiene; se trata, si cabe, de un atentar contra el prójimo bastante más ominoso, por duradero en el tiempo, que acabar con la vida física de otro ser humano, porque como dice el refrán -por cruel que pueda parecer- muerto el perro se acabó la rabia. Me refiero al abuso de poder, al acoso y al bullying; que si bien se produce en gran medida en la escuela, se puede prolongar en la calle, durante todo el año, incluso en el entorno familiar.

Con este artículo quiero poner en alerta a padres, profesores, educadores, etc., para que les sirva, a modo de guía, en la prevención de cualquier tipo de violencia verbal o física, antes de que el niño, acosado o abusado, quede traumatizado de por vida o, incluso, llegue a pensar en el suicidio como vía de escapatoria a su sufrimiento.

En primer lugar, tenemos que entender que los niños y adolescentes son como esponjas, absorben todo lo que ven y oyen de los adultos, imitando luego ellos mismos sus comportamientos. De esta manera, si un padre va de machito y prepotente por la vida, el niño se conducirá igualmente en la calle, incluso utilizará la agresión física si observa ese mismo comportamiento en casa. Si el padre o la madre utilizan un lenguaje despectivo e intolerante con respecto a ciertas minorías, como pueden ser personas obesas, homosexuales, paralíticos cerebrales, deficientes mentales, inmigrantes, pobres, indigentes, etc., también su hijo atacará por imitación a los más débiles y desprotegidos cuando encuentre la ocasión para ello. Todas las pautas de conductas que se observan en el domicilio, y que tal vez los padres piensen que quedan reservadas en la privacidad del hogar, luego son puestas en práctica por sus hijos en la calle. Por ello, hay que tener mucho cuidado con el lenguaje que se utiliza en casa; porque sucede que, en demasiadas ocasiones, el adulto se muestra muy liberal en los sitios de copas para quedar bien -por aquello de lo políticamente correcto- pero después es especialmente mordaz e intransigente para con los colectivos ya citados, en la intimidad de su hogar.

Otro aspecto que puede convertir a un niño en un potencial agresor, es cuando los padres no le muestran el cariño y la atención que a esa edad requieren. El hecho de no sentirse arropados les crea insatisfacción por una parte, e inseguridad por otra, lo cual lo revierten en forma de agresividad sobre sus compañeros más débiles para acaparar la atención del grupo y la seguridad que no encuentran en casa.

En segundo lugar, advertir a los profesores y educadores, la importancia de atajar a tiempo este fenómeno para que no quede una herida sangrante de por vida en las personas víctimas de acoso, ya que este, aunque se ha dado en todas las épocas, en la actual se ha disparado exponencialmente, y con consecuencias a un más graves, a causa de las redes sociales; y ello porque el niño no se libra del acoso ni siquiera, estando, en su domicilio. De ningún modo debe quitarse importancia al bullying, aunque sea por puro egoísmo, puesto que después del niño maltratado por sus compañeros, viene el profesor acosado por el crío envalentonado, y como colofón, años después, los padres amenazados en su propio domicilio por el chaval, ya adolescente, al que nunca se le paró los pies a tiempo. El acoso es una de las peores lacras de nuestra sociedad moderna, que muestra la parte más irracional del ser humano: aniquilar a los de su propia especie.

Pasando ya al terreno de lo concreto, anoto a continuación, a modo de guía, algunos de los síntomas que se dan en chavales que están siendo víctimas de abuso o acoso:

– Baja autoestima.
– Parece estar nervioso e irritable.
Se aísla socialmente y evita lugares de encuentros de jóvenes.
– No tiene amigos en el colegio.
-Disminuye su capacidad de concentración y parece más distraído y descuidado que de costumbre.
– Baja el rendimiento escolar.
– Expresa que no quiere ir al colegio e inventa excusas para no hacerlo.
Puede llevar objetos innecesarios al cole, tal vez dinero en su mochila, para contentar a sus acosadores.
Se queda sin el material escolar rápidamente, o lo trae muy deteriorado.

Otros síntomas que puede presentar a nivel físico serían:

– Problemas del sueño, tales como miedos nocturnos o enuresis.
– Tics nerviosos.
– Disminución del apetito y/o pérdida de peso alarmante.
– Presencia de moretones o heridas sin causa justificada.
– Dolores de cabeza y/o abdominales sin causa aparente.
– Finge enfermedades o exagera sus dolencias.
– tristeza continuada.
Significativamente, a de causarnos alarma el hecho de que el niño o el adolescente empiece a regalar sus objetos más preciados, ya que puede ser síntoma de que se esté despidiendo de sus seres queridos. Este proceder irá normalmente acompañado de algunos de los síntomas ya citados.

Cuando son abusos sexuales, u otro tipo de proposiciones deshonestas, de un adulto hacia un niño (aunque habría que descartar el hurto), los síntomas que detectan esta situación son, el uso excesivo por parte de la víctima de ropa de marca o la posesión de tecnología de última generación cuya procedencia sea de origen desconocido. Así mismo habría que averiguar la causa de salidas injustificadas del hogar sin la compañía de amigos.

A propósito del acoso, como yo mismo fui víctima de él, hace cosa de unos años me entregue a escribir una autobiografía, en la que doy testimonio del daño que hace y sus consecuencias en las diferentes etapas de la vida. A continuación dejo un enlace para que te puedas descargar gratis el libro en formato Pdf: https://drive.google.com/drive/folders/1CjAfzEKYYTGMegs18YuEu3tyFcmdvEIA?usp=sharing

Te dejo otro enlace para que tengas más herramientas para enfrentar este problema: http://www.acosoescolar.com/mobbing-escolar/

Si deseamos tener una sociedad sana en el futuro empecemos cuidando lo más débil de ella; a saber, la infancia y la juventud.

Bullyn

Acerca de renaceralaluz

Decidí hace ya mucho tiempo vivir una vida coherente en razón de mis principios cristianos, lo que quiere decir que intento, en la medida que alcanzan mis fuerzas, llevar a la vida lo que el corazón me muestra como cierto: al Dios encarnado en Jesucristo con sus palabras, sus hechos y su invitación a salir de mi mismo para donarme sin medida. Adagio: El puente más difícil de cruzar es el puente que separa las palabras de los actos. Correo electrónico: 21aladinoalad@gmail.com

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