Señor derriba a mis enemigos, especialmente, a los propios, los de mi corazón, que impiden acercarme al hermano y tenderle puentes para la confianza. También aquellas otras oscuridades de mi alma que, solamente, Tú conoces; siendo un obstáculo para que tu voluntad se cumpla en mi. Por último Señor, hazme fuerte ante el ataque de aquellos que me ven con un corazón torcido, aquellos que descargan sobre mí sus, propias, cruces: celos, envidias, afán de notoriedad y, otros traumas; que, tal vez, ellos mismos desconozcan de su personalidad, por dedicar poco tiempo a la oración, a la autocrítica o a la reflexión.
Te pido, en esta hora, que nos sanes a todos, que nos enseñes de tu humildad después de obrar el milagro: «marchad y no se lo contéis a nadie», de Tu mansedumbre ante la calumnia, los insultos y el acoso: «como cordero manso llevado al matadero«. Libramos, con el poder de tu Espíritu, de la ira y del rencor mezquino, que lo empeoran todo, haciendo más daño al corazón del rencoroso que a la misma persona que lo causó.
Hoy, Santo Espíritu, te pido que nos hagas conscientes para apreciar los dones derrochados por el Padre y el Hijo en nosotros: la salud, la familia, los amigos, la naturaleza, los animales que nos acompañan en el trabajo o en el hogar. Haznos conscientes, también, de esas cualidades, pocas o muchas, que Tú has puesto en nosotros para el servicio de los hermanos y para mayor gloria Tuya; de modo especial, haznos valorar el papel de la mujer como ama de casa y madre: paciente, fuerte, intercesora, cálida, consejera, tierna, además de oasis en el desierto, sauce donde cobijarse en el duro estío y manantial de agua fresca para el largo camino de la vida. Haznos, de igual manera, conscientes de la importancia de aceptar nuestras limitaciones, al modo de S. Pablo cuando decía: Rom 7, 15: «No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago« (que liberador este mensaje para el católico).
No obstante, debemos conservar alta la moral, ya que sabemos que no estamos solos, y que por la Gracia de Tu redención en la Cruz, por tu Resurrección y por el envío de tu Santo Espíritu, que obra en nosotros; puedes hacer el milagro de transformarnos en hombres nuevos: cientos de casos hay en la historia, tal vez miles… si tenemos en cuenta a aquellos que no dieron a conocer a su mano siniestra lo que hacia su diestra. ¡Alegrémonos, pues, con todo el cielo! Lucas 15, 7 «Os digo, que así habrá más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente, que de noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento».