La gran mayoría de conflictos emocionales vienen, unas veces, por complejos de inferioridad; otras por todo lo contrario -por la imagen endiosada que tenemos de nosotros mismos- y, otras tantas, por no aceptar nuestra historia de dolor, aún, sabiendo que no podemos volver atrás en el tiempo. Esto último hace que, al estar resentidos con nosotros mismos, extendamos a los demás nuestro malestar haciendo de la convivencia algo, cuasi, imposible. Si el enfoque, en lugar de mi persona (vasija de barro), lo pongo en Dios, entregándole -para siempre- lo que pude ser y no fui, lo que puede evitar y no me atreví, lo que puede hacer y no hice, lo que dije cuando hube de callar, etc., la paz empezaría anidar en nuestros corazones.
Además, si deseamos que esa paz de frutos de amor y amistad, sería deseable que la acompañasemos de la Letanía de la Humildad
Estos dos conceptos básicos, por un lado, aceptarte tal y como eres, con tu historia de dolor personal y con tus fracasos, y, por otro, saber y reconocer que eres hechura de Dios, y no el centro del universo, (es decir, que sólo somos en cuanto que Él nos permite ser -prescindible- ya que Dios el único Ser completo en si mismo y por si mismo) es lo que determina, que muchas familias y grupos humanos, por no asumir su propia realidad (limitada y dependiente) fracasen más pronto que tarde.
Examina tu vida a la luz de esta enseñanza, sin miedo a observarte tal y como eres, pues será el principio del cambio que traiga paz a tu vida y por extensión a los que convivan y se relacionen contigo.
Reflexión extraída de los talleres de Oración y Vida del Padre Ignacio Larrañana y de la Letanía de la humildad del Cardenal Merry del Val.
Como diría el propio padre Ignacio: El que está en conflicto con sigo mismo, siembra conflicto.
Os paso de nuevo la letanía de la humildad, para que la puedas imprimir y la tengas siempre a mano. Aunque lo ideal sería que la grabaras en tu corazón.
Oh Jesús!, manso y humilde de corazón, escúchame:
—del deseo de ser reconocido, líbrame, Señor
—del deseo de ser estimado, líbrame, Señor
—del deseo de ser amado, líbrame, Señor
—del deseo de ser ensalzado, líbrame, Señor
—del deseo de ser alabado, líbrame, Señor
—del deseo de ser preferido, líbrame, Señor
—del deseo de ser consultado, líbrame, Señor
—del deseo de ser aprobado, líbrame, Señor
—del deseo de quedar bien, líbrame, Señor
—del deseo de recibir honores, líbrame, Señor
—del temor de ser criticado, líbrame, Señor
—del temor de ser juzgado, líbrame, Señor
—del temor de ser atacado, líbrame, Señor
—del temor de ser humillado, líbrame, Señor
—del temor de ser despreciado, líbrame, Señor
—del temor de ser señalado, líbrame, Señor
—del temor de perder la fama, líbrame, Señor
—del temor de ser reprendido, líbrame, Señor
—del temor de ser calumniado, líbrame, Señor
—del temor de ser olvidado, líbrame, Señor
—del temor de ser ridiculizado, líbrame, Señor
—del temor de la injusticia, líbrame, Señor
—del temor de ser sospechado, líbrame, Señor.
Jesús, concédeme la gracia de desear:
—que los demás sean más amados que yo
—que los demás sean más estimados que yo
—que en la opinión del mundo otros sean engrandecidos y yo humillado
—que los demás sean preferidos y yo abandonado
—que los demás sean alabados y yo menospreciado
—que los demás sean elegidos en vez de mí en todo
—que los demás sean más santos que yo, siendo que yo me santifique debidamente.
De ser desconocido y pobre, Señor, me alegraré. De estar desprovisto de perfecciones naturales de cuerpo y de espíritu, Señor, me alegraré. De que no se piense en mí, Señor, me alegraré. De que se me ocupe en los empleos más bajos, Señor, me alegraré. De que ni se dignen usarme, Señor, me alegraré. De que no se me pida mi opinión, Señor, me alegraré. De que se me deje en el último lugar, Señor, me alegraré. De que no me hagan cumplidos, Señor, me alegraré. De que me reprueben a tiempo y a destiempo, Señor, me alegraré.
Estos son principios básicos para saber, al menos, quiénes somos y que nos impide caminar sin cargas pesadas, pero la sanación más profunda solo la puede traer el Espíritu Santo, cuando decimos confiar en Jesús y vivir en su mismo espíritu.
Termino con una cita bíblica de las bienaventuranzas:
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.