Sin confundir en el orden natural y en el de la creación el valor supremo que el hombre tiene frente al resto de animales (años atrás lo teníamos muy claro, sobre todos los que nos hemos criado en el mundo rural) me ha surgido una reflexión observando las características del perro. De todos son conocidas muchas de las cualidades que tiene; entre otras, sus ganas de jugar, por lo general despreocupado de lo que sucede en su entorno; su obediencia cuando se le enseña con tesón ciertas prácticas de higiene y convivencia con el hombre; la prontitud que muestra para defender a su amo y a su vivienda; su fidelidad incluso después de haber sido castigado; la inclinación a dar y recibir afecto, así como su disponibilidad para ayudar a las personas en diversos trabajos, recuérdese por ejemplo a bomberos, policías, invidentes, ancianos, etc.
Después de haber señalado todas estas características, haciendo una extrapolación de las mismas a las personas, en el caso que me voy a referir a las personas creyentes, me he dado cuenta que nuestra actitud con respecto a Dios, dista en gran medida de la que tiene el perro con respecto a su dueño, habiéndonos otorgado Dios, no obstante, algo inconmensurablemente mayor que no tiene el perro, como es la libertad y el poder de raciocinio; incluso, para más inri, su propia vida por la cual hemos pasado de ser esclavos a hijos predilectos.
Dios, no solo nos otorgó la vida, sino que, al hacernos semejantes a él, libres y con capacidad de raciocinio, puso bajo los pies del hombre la creación entera y, junto a ella, por el espíritu que habita en nosotros, posibilidades infinitas de alcanzar, como criaturas, sus más preciados dones, los dones de Dios; a saber, la paz, la justicia y el amor.
Con todas estas posibilidades del hombre, abiertas hasta el infinito (porque infinito es nuestro Padre Celestial) especialmente desde la muerte y resurrección de Jesús por nosotros; no es precisamente veneración, fidelidad, obediencia, reciprocidad, afecto y servicio lo que siempre, y con especial entusiasmo mostremos a Dios, al igual que el perrito hace con su dueño, al menos en mi caso, no quiero generalizar.
Dicho lo anterior y teniendo en consideración que el hombre está dotado de dones cualitativamente superiores a los de cualquier otro animal (sin ningún mérito por nuestra parte) nuestra actitud hacia Dios debería ser la de un agradecimiento inconmensurable y reverencial, sin olvidar de donde venimos y lo que somos. El hombre mismo en el orden de lo natural tiene un refrán que luego es incapaz de llevar a cabo con respecto a Dios en el orden de lo sobrenatural, que reza así: no muerdas la mano que te da de comer. Dicho de otro modo, con respecto a nuestro creador, podríamos decir: no dejes de alabar, bendecir y agradecer con tu boca y con tu vida, ni un instante, a aquel que te sostiene en medio del universo con su amor, poder y justicia infinita.
Y si aún esta reflexión no nos hace recapacitar de lo vulnerables y dependientes que somos; también de lo amados por Él -que se hizo hombre por nosotros para llevar acuesta nuestros pecados y miserias- debería hacernos pensar, ahora que está en todos los medios de comunicación la infección por el Coronavirus, de que le sirve a este hombre de la modernidad y el relativismo su vanidad y engreimiento, diciendo que reniega de Dios (como el hijo pródigo) o como diría Nietzsche por boca de un loco (no pudo elegir mejor personaje), «he matado a Dios» en su desesperación de no encontrar respuestas a los silencios que en ocasiones Dios quiere someter a sus hijos por su propio bien, si ni siquiera es capaz de poner freno con toda su ciencia a este minúsculo agente infeccioso imperceptible al ojo humano.
¡Pobre Superhombre…! échate a temblar, porque peores cosas están pasando y aún pueden sucedernos, si no nos convertirnos a Dios. Dios no miente y escrito está: en Mateo cap. 24, por boca del mismo Jesús; también en El Apocalipsis, he incluso en la Parábola de los Viñadores homicidas, que nos recuerda al mismo hijo de Dios. Si no queremos ver los Signos de los Tiempos, entre ellos la apostasía general, veamos entonces los signos que nos ofrece el devenir cotidiano: miles de refugiados, cientos de cristianos asesinados cada años, miles de niños abandonados en las calles, otros tantos, demasiados, abusados en su entorno familiar, sin olvidar a las personas secuestradas, a las mujeres violadas, a los hombres indefensos por leyes injustas o las guerras, todo esto sin mencionar las catástrofes “naturales”, terremotos, tsunamis, cambio climático, etc.
A continuación te dejo un enlace al cap 8 de la carta de S. Pablo a los Romanos, que nos llena de esperanza a pesar de los tiempos que estamos viendo: https://www.sanpablo.es/biblia-latinoamericana/la-biblia/nuevo-testamento/carta-a-los-romanos/8
Muchas gracias. Así es, lo has escrito de forma ejemplar. La sociedad actual pretendiendo que matando a DIOS, el DIOS UNO y TRINO, el único posible, todo será infinitamente mejor para el hombre; y lo único que consigue es la destrucción. Todo el que tenga ese referente, se incapacita para tomar consciencia de la distancia entre Creador y criatura; y de este modo, el hombre, libremente, decide su propia condenación.Una vez más, muchas gracias por tu labor.
Cierto amigo Antonio el hombre con su flojera por un lado y con su orgullo y arrogancia por otro se incapacita así mismo para alcanzar su plenitud, que es plasmar en él la imagen de Dios, pues a imagen suya fuimos hechos.