Hoy Jesús, de nuevo nos habla con parábolas, para que, como dice al final de la lectura, se haga más comprensible lo que desea transmitir al pueblo llano, ya que el Reino de Dios, a diferencia de las sectas crípticas (ocultas, de iniciación, esotéricas), no es para una élite que tiene el privilegio de acceder al “conocimiento”, sino para todos y de esta manera también pueda ser contrastada y sometida a juicio y debate. Así, pues, Jesús nos compara el Reino de Dios con las semilla, ese insignificante grano, que una vez que se siembra y después de largo tiempo, teniendo que soportar agua torrenciales, viento e incluso nieve y heladas, da su fruto multiplicado a la enésima potencia. Es entonces cuando, el sembrador pasa la hoz para recoger lo que ha sembrado.
Hoy nos tenemos que preguntar cual es esa semilla y como se cultiva para que finalmente de frutos en nosotros: la semilla es Jesús, la Palabra encarnada y definitiva del Padre, que ha llegado hasta nuestros días mediante el Evangelio y la Iglesia. Una Palabra que en principio encuentra hostilidad, pero que lleva encerrada en sí misma todo lo necesario, para que en su debido momento de fruto y fruto en abundancia. Es necesario por tanto empaparse de la Palabra de Dios, meditarla en nuestro corazón y cultivarla en la oración porque la misma, como ya dijimos anteriormente es accesible y asequible a todos, quitando las profecías, que como nos señala el apóstol Pedro no son de interpretación personal, Cof: 2 Pedro 1:20 (ya explicaremos más adelante porque).
Enseñanza: seamos pacientes con nosotros mismos y con los demás, no esperemos tener ya, en abundancia, lo que nos depara el Reino de Dios a su debido tiempo para más adelante. Sembremos en nosotros y en los demás la Palabra de Dios yendo a su fuente original (la biblia) para que la misma no nos llegue adulterada y tergiversada de modo interesado por otros. Cultivémosla en la oración, porque la oración es un diálogo de ida y vuelta, y la Palabra es, por antonomasia, el medio idóneo donde Dios más se hace entender.
Oración: buenos días Señor mío y Dios mío, hoy me presento ante tí, pobre y necesitado como siempre, pero al mismo tiempo agradecido porque tú Palabra para mí, en los días más aciagos, se convirtió en fuente de vida. Con ella me inspiraste a cambiar el rumbo de mi existencia, y en ella aún encuentro todas las respuestas que necesito en los días de oscuridad y tristezas, en los días en que se cierran todas las puertas. Te estoy muy agradecido Espíritu Santo, porque tú vienes una y otra vez a abrirme los ojos de mi corazón y mi entendimiento, solo deseo que ningún interés oculto o velado, me separé de ti. Es por esto que hoy vengo a suplicarte que me des la fuerza y el ardor que pusiste en los apóstoles, para seguirte como ellos, incondicionalmente. ¡Papá te amo, deseo honrarte, un fuerte abrazo, hasta ahora!
https://evangeliodeldia.org/SP/gospel/2022-01-28
Buenos días nos de Dios ¡Viernes de nuevo! la historia sigue su curso pero el destino final es del dueño de la la tierra y de la semilla. ¡Un abrazo a todos!