«Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.
Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,
y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.
En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.»
En el Evangelio de hoy vemos como la “la fama de Jesús no dejaba de crecer” lo buscaban especialmente para que los sanara de sus enfermedades y, desde luego, por la palabra que utiliza el evangelio nos damos cuenta que no se trataba de un hombre más, ya que lo, reconocían, según dice, allí donde él estuviese.
Tratándose del mismo Dios así debía ser, porque Jesús a diferencia de otros charlatanes o curanderos, no buscaba prestigio personal, ni enriquecimiento, sino que por el contrario, y ante todo, predicaba con su coherencia de vida (su palabra y su vida no ponían en entredicho la una a la otra); buscaba la sanación integral del hombre, y a diferencia de otros maestros y guías, nos deja bien claro, que su Reino no está centrado en las cosas materiales y pasajeras de este mundo, sino que, por el contrario, lo que viene a traernos es un Reino de paz, de amor y de justicia, que solo puede ser alcanzado, mediante el cambio de mentalidad y de corazón, buscando lo que solamente Él puede darnos, a saber: hacernos hijos de Dios por el bautismo, el perdón de los pecados,
y la vida abundante, por el don del E. Santo que él derramará en su Iglesia.
Además Jesús de traernos esta Nueva Alianza, en la que él se entrega como víctima para que nuestros pecados puedan ser perdonados y así hacernos hijos y también herederos de la Vida Eterna, nos da a conocer como es, en realidad, el corazón del Padre y su propio corazón, el de un Dios que no es vengativo, que solo busca el bien de sus hijos, y que a diferencia de otras culturas y religiones, nos pide que amemos y perdonemos -y aquí está la parte de la diferencia- no solo a los que nos aman, sino a aquellos que nos quieren mal, a los que nos odian.
Sí, de este modo ha procedido el mismo Jesús, puesto que vino y vine a dar su vida por nosotros aún cuando eramos todavía pecadores.
Oración: buenos Días mi Señor Jesús, hijo amadísimo del padre, gracias por este nuevo día y por todas las bendiciones que me traes con él, se que no siempre he sido así y que como ese pueblo que te seguía por tierras de Galilea solo eras para mí una salida, un asidero donde aferrarme en tiempos de dificultad o para pedirte cosas materiales, te doy gracias Señor porque me has hecho entender, que lo primero y primordial, es buscar el Reino de Dios, la santidad que se encuentra en tí y que nos puede hacer también semejantes a tí, ya que igualmente solo en tí, podemos hallar
las gracias y fuerzas necesarias para conseguirlo y hacer, de este modo, ese Reino factible aquí también en la tierra. ¡Gracias mi amado Jesús ahora y siempre! ¡Que te alaben y bendigan todas las criaturas de la tierra y que tú gozo sea nuestro gozo y alegría!