Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios.
En el evangelio de hoy vemos, como una vez más, fariseos y escribas buscan un pretexto para ir contra el Justo, contra el Santo de Israel, es decir, contra Jesús; y esto porque su prestigio y su fama entre el pueblo llano no dejaban de crecer.
Cómo vemos la envidia les roba la paz y para tener un motivo con el cual acusarlo lo hacen con la tradición a la que tan aferrados están sus padres y antepasados. Tradición que, por otro lado, con el ejemplo que Jesús les pone ante sus ojos, solo es una artimaña para incumplir una norma que está muy por encima, ya que la misma, en lugar de ser prescrita por conveniencias sociales, les ha sido dada directamente por Dios.
Con este ejemplo podemos observar, que por mucho que el hombre intente engañarse a si mismo y a los demás, para no acatar la voluntad de Dios, nuca logra escapar de la mirada del Señor que penetra los corazones y conoce sus verdaderas intenciones.
Así es, tanto hoy como ayer, al hombre le cuesta renunciar a sus bajas inclinaciones, y busca, por lo mismo, autoengaños y salidas con las que poder justificarse; y lo hace por medio de un chivo expiatorio o un grupo que haga de tal. De este modo, mientras está señalando al otro: lo malo que es o lo mal que vive su fe, no se está examinado a si mismo o, en el peor de los casos, hace como los políticos, mostrar los defectos del oponente para solapar los suyos propios y no corregirlos.
Así nos pasa, este es el pan nuestro de cada día, los tradicionalistas se aferran a la prescripción en su aspecto externo para no bucear en las aguas turbulentas de sus verdaderos intereses y los “libertarios”, en el fondo y por iguales motivos, señalan a los otros para decir que todo o casi todo vale porque el hombre no tiene remedio. A estos últimos no les falta razón, el problema es que se olvidan de que quien da la fuerza para cumplir los diez mandamientos, así como el último, prescripto por Jesús (hitos y guías para estar en la voluntad de Dios), es el Espíritu Santo. Y esto sucede cuando, de verdad, nosotros estamos dispuestos a renunciar a nosotros mismos, como el grano de trigo enterrado en tierra, para renacer después a la vida en abundancia que Dios nos ha prometido.
Oración: Buenos días Padre Eterno, ya veo que difícilmente (imposible) se puede escapar de tu mirada… y no es que vengas para acusarnos, porque Jesús no reprocha nada a los fariseos hasta que estos mismos, en lugar de reconocer sus desvíos y mentirás, van a la caza de tu enviado, de tu hijo Jesús. De esta manera, por la enseñanza que me dejas hoy, te pido la luz del Espíritu Santo, por un lado, para reconocer qué me detiene en el camino hacia tí, y por otro, la fortaleza suficiente, para renunciar a mi mismo; sin dejar de tener siempre presente, que la cruz que tú nos mandas a cargar, es más suave y llevadera que las cruces, que yo mismo, por mi obstinación, decidido cargar a iniciativa propia. ¡Muchas gracias Papá por tú amor, hoy nuevamente me traes palabras de Vida Eterna, para la vida presente!