Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
En el evangelio de hoy vemos como Jesús devuelve la palabra y la audición a un sordomudo haciéndose acompañar de gestos con los cuales involucra todo su ser, de este modo, nos da a entender el evangelio que Jesús al mirar al cielo se pone en comunión con el Padre y el Espíritu Santo, después se sirve de sus manos y su saliva para, por medio de ellas, comunicar su propio ser y es finalmente con la palabra que es vida, es espíritu, con la que hace abrir lo que está cerrado, es decir, aquello que se reveló o fue anulado contra el mismo destino para el que fue creado.
Sabemos que toda lectura de del Evangelio nos lleva también a una enseñanza espiritual y de esta podemos aprender que nuestra alma por diferentes circunstancias en muchas ocasiones ha quedado cerrada para recibir todo lo que viene de Dios, que no puede ser otra cosa que a Él mismo, con todo lo que esto implica.
Es, de esta manera, que Jesús viene a tocarnos para devolvernos a la vida, al amor, a la esperanza, a la justicia y nos abre el entendimiento de lo que antes no tenía vida en nosotros y estaba en oscuridad y sombra de muerte, sin que, tan siquiera, fuésemos consciente de ello.
Jesús pone sus manos sobre nuestras heridas, haciéndose cercano, y tangible y se sirve, ahora, de la oración del Espíritu Santo al que Él envía en su ausencia para interceder por nosotros ante el padre; pero también lo hace por medio de su cuerpo, que es la Iglesia, es decir de cada uno de nosotros, y sobre todo de su Palabra, que es Vida porque es espíritu y no una vida cualquiera, sino la única vida que es por si misma, las demás vidas lo son en cuanto que Dios las crea y les permite vivir y tienen su espíritu, pues el mismo Jesús nos descubre, que, *ni un solo pajarillo caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre, así como tampoco cae una sola hoja de un árbol al suelo.*
Oración: buenas días mi amado Espíritu Santo, hoy vengo a tí, a implorar tu intercesión, para que Jesús, con sus manos llagadas por amor, toque todo lo que hay muerto y sin vida en mí: que toque todas mis enfermedades, las del cuerpo y las del alma, las que conozco y las que no; que sienta su cercanía, su vida en mí, y que recuerde cuando transite por valles de oscuridad y muerte, su promesa: *Y sabed que yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos*.
Gracias Espíritu Santo por tanto amor, no te apartes de mi a pesar de mi fragilidad, y ayúdame, como hasta ahora, a seguir creciendo un poquito más cada día en tu amor y sabiduría y misericordia.
Felicidades por el blog. Saludos.
https://ernestocapuani.wordpress.com/2022/08/31/nuevo-libro-iii-reflexion-sobre-la-pasion-un-libro-de-filosofia-en-el-que-se-tratan-temas-morales-antropologicos-y-teologicos/
Saludos.