Evangelio según San Marcos 9,38-40.
*Juan le dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros».*
*Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí.*
*Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.*
*Comentario:* En este evangelio vemos el corazón expansivo y amoroso de Jesús, que abarca a todo aquel (como proclamaban estos días atrás las lecturas) que le reconoce como hijo de Dios y Mesías y, como añade este Evangelio hoy, también a aquellas personas que actúan -no en su nombre propio o bajo el poder de otras fuerzas- sino en el nombre de Jesús; es decir, bajo el poder omnipotente del único que puede someter demonios y hacer auténticos milagros.
Por otro lado, hay que tener en cuenta algo que en ocasiones se nos escapa de esta lectura y que Jesús puntualiza para hacer la diferencia y tener un verdadero discernimiento entre personas y denominaciones; es decir que Jesús se está refiriendo también a aquellas personas que no están encontrá de él, pero incorporando, a demás, a aquellos que él a elegido, pues dice así: Y el que no está *contra nosotros*, está con nosotros; con aquellos que luego constituirán su Iglesia y sus sucesores a lo largo de los siglos.
La lección, pues, que podemos extraer de esta lectura es, en primer lugar, que el amor de Dios no es exclusivo o privativo de nadie si no rechaza a Jesús y actúa plenamente convencido de que lo hace, como dice en otra parte del Evangelio: en espíritu y verdad. ¿Porque de que le vale decir a uno, soy de Cristo, tengo fe, en su nombre actuo, si luego lleva una doble vida, o es una raíz de amargura, que se expande dentro de su comunidad, dando muerte al espíritu de Dios en él y en la misma?
*Oración:* buenos días mi querido Jesús, hoy como siempre, dandonos una nueva lección de amor y caridad. Como de costumbre te deslizas por encima de las apariencias y de los perjuicios; nos llamas a desapropiarnos de tí, pues en ocasiones perdemos la perspectiva, para olvidar que es todo lo contrario; es decir, que somos nosotros de tu propiedad, y, no solo eso, sino que además nos has hecho el regalo de elevarnos a tu misma dignidad, pagando un precio muy alto por nosotros. ¡Gracias mi amado Jesús un día más por llamarnos a vivir en tu amor y a expandirlo!
Por lo aprendido, hoy me comprometo, en tu Nombre Santo, a mirar por encima de las apariencias y las etiquetas a cada persona en particular y sin olvidar, por otro lado, que también es un hijo tuyo y por tanto un hermano mio.